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El Telégrafo

Del púlpito a los medios

07 de febrero de 2012

Los historiadores sostienen que fue el púlpito el gran vehículo de promoción ideológica y política en las sociedades premodernas. Agotado ese balcón teocrático, con el avance de los movimientos sociales, contradicción inevitable del capitalismo, fueron los partidos políticos los que tomaron la posta de la dominación.
En esta sociedad globalizada, gran promotora de expresiones culturales individuales, esos partidos también entraron en crisis. ¿Quién toma entonces la posta?

Los grandes medios de masas emiten el mensaje funcional al proyecto dominante. Eso quizá nos ayude a entender la imposición de un discurso homogeneizante, que puede tener, en sus apariencias, muchos colores, pero que en el fondo sostiene lo mismo: solo el capital vale la pena. Por eso también podemos entender la desesperación en la que entra el emisor, el narrador único, cuando otras voces pelean el espacio de la emisión.

Descalificar al diferente, de eso se trata hoy. A eso asistimos casi todos los días, no solo en nuestro país, sino en muchos contextos de nuestra región. Los gobiernos distintos, los que no están dispuestas a admitir los grandes dictados de la ideología dominante, son atacados. Se usa una maquinaria poderosa que entra con gran fuerza en casi todos los espacios de nuestra intimidad.

Entonces la aparición de otros medios, nunca tan necesaria esa palabra, públicos y comunitarios, se volvió indispensable si de otra democracia queríamos hablar. En Ecuador fue tardía su irrupción, ningún gobierno quería dar ese paso, en Carondelet se llegaron a acumular hasta diecisiete proyectos de medios sin que nadie se atreviera a contrariar a las grandes cadenas, otra vez una oportuna palabra.

Hoy ya estamos aquí, ya no somos tan tiernos, hemos hecho algún recorrido, aunque la gabela todavía se nota. Todos, o casi todos, hemos venido de experiencias comerciales y privadas de medios, ahí aprendimos, incluidos los defectos, y cuesta desbaratarnos para volver a ser distintos y con un mensaje verdaderamente público: que incluya, que contextualice, que defienda la democracia, que sea diverso, que dé espacio a las minorías, que no aúpe “vedettismos”. Al medio público todos lo hacemos, sobre todo las abigarradas audiencias. Nadie es dueño, o no debería serlo.

En Europa todavía hoy discuten sobre los medios públicos, tantos años haciéndolos y el tema no se agota. Entre nosotros, ese debate recién empieza, eso es bueno, quiere decir que vamos calando. Una última cuestión: medios incautados no es igual a medios públicos.

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