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El Telégrafo

¡Dejemos la rutina!

04 de octubre de 2012

Miremos alrededor de nuestro país. ¿Qué grandes iniciativas han generado nuestros políticos? Veamos los temas que preocupan a los ciudadanos mayores. Miremos bajo qué comparación y criterio medimos el progreso de nuestra sociedad. ¿Cuántos nuevos empleos se han creado y cuántos nuevos negocios se han emprendido? Observemos las caras de nuestros conciudadanos y consideremos sus sueños y temores. Avizoremos el futuro y ponderemos la habilidad de nuestro gobierno para moldear un ambiente que sea exitoso una y otra vez.

Y ahora tenemos que preguntarnos: ¿Tienen nuestros políticos una clara y amplia comprensión compartida de cómo será el país dentro de diez años? ¿Estaremos mejor que nuestros vecinos? Y examinemos si esa percepción del futuro claramente refleja las prioridades de corto plazo de la patria, en donde esa visión es una ventaja competitiva.

¿Qué estamos haciendo para competir en un entorno global? ¿Estamos permanentemente definiendo nuevas maneras de generar riqueza, construyendo nuevas capacidades y fijando nuevos y mejores niveles de vida? ¿Están nuestros líderes  completamente alertas de los peligros de nuevos y no convencionales rivales? ¿Entendemos las amenazas a nuestro modelo socioeconómico? ¿Estamos gastando más energía en prolongar el pasado en lugar de crear el futuro?

Finalmente tenemos que conocer cuál es el balance entre ansiedad y esperanza de nuestra gente; la confianza en nuestra habilidad para encontrar y explotar oportunidades de crecimiento y de desarrollo de nuevos negocios y nuestra preocupación para mantener competitividad  en nuestra economía tradicional; el equilibrio entre el sentido de oportunidad y el sentido de vulnerabilidad tanto de los ciudadanos como del país.

Debemos hacer a los políticos tres preguntas: Primero, ¿cuánto tiempo le dedican a analizar temas externos antes que internos, por ejemplo  buscar un nuevo nicho de mercado internacional versus calcular sus posibilidades electorales? Segundo, de ese tiempo dedicado a lo externo, ¿cuánto le dedican a proyectar lo que el mundo será en diez o veinte años en el futuro, antes que preocuparse de disputas ideológicas y partidistas? Y tercero, ¿del tiempo dedicado a lo externo y a mirar hacia adelante, ¿cuánto tiempo se invierte en consultar con los colegas líderes, con el fin de construir una visión del futuro bien probada y profundamente compartida en lugar de una visión con idiosincrasia pueblerina?

Se necesita una sustancial y sostenida energía intelectual para desarrollar respuestas a estas preguntas, pues  nuestros líderes deben proporcionar nuevas competencias centrales para construir un país con innovación, creatividad e iniciativa. Deberán desarrollar nuevas alianzas  para promover los nacientes programas productivos de largo plazo.

Los antiguos políticos prestaron muy poca atención a estos cruciales temas y no supieron admitir a los ecuatorianos  que nunca tuvieron el control del futuro del país. Nuestro gobierno de la Revolución Ciudadana tiene como vital objetivo el futuro de la nación sin descuidar las legítimas tareas  de controlar los procesos críticos y de reestructurar y reinventar nuestra sociedad, reconociendo que estas metas de corto plazo no son suficientes para asegurar  mercados y riqueza en el futuro. Es necesario abandonar la comodidad de la rutina y ser pioneros del destino de la patria.

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