Han sorprendido esta semana las declaraciones del primer ministro británico, David Cameron, a propósito de las decisiones del Mercosur de no permitir que barcos con bandera de las Malvinas -Falklands, para los ingleses- entren a puertos del bloque. Todo esto en el marco de estar cerca de cumplirse 30 años de la guerra entre Argentina e Inglaterra por la soberanía de las islas.
Cameron, en una torpe maniobra política, arremete contra Argentina, argumentando que esta tiene una posición “mucho más colonialista”, a lo cual el Gobierno argentino calificó a las declaraciones de “falacia histórica” y de ser un “exabrupto torpe, ignorante, porque ignoran la realidad histórica”. Y no era menos de esperar del Gobierno argentino ante tan disparatada declaración del primer ministro inglés. Ahora resulta que Argentina es la que tiene una posición colonial, cuando es la larga y barbárica historia del colonialismo británico la que demuestra cómo jugó con regiones y poblaciones a lo largo y ancho del mundo.
El Gobierno inglés no puede pretender creer que el mundo entero desconozca sus andanzas imperiales y las consecuencias brutales que aún se sienten en regiones enteras y que posibilitó su industrialización y riqueza social. Este tipo de declaraciones dan cuenta de los “resabios de colonialismo”, como lo afirmó el canciller argentino Héctor Timerman, que subsisten en la ex potencia mundial. Una decadencia espantosa de las élites europeas y de cómo el neoliberalismo, nuevamente, busca estrategias de reconquistar territorios en la vieja Europa, ahora sumergida en una profunda crisis económica, financiera y política. Entonces, este tipo de pronunciamientos torpes podrían no ser tan torpes, sino que sean elaborados en la búsqueda de encontrar simpatías internas para el Gobierno inglés. Es que resulta que, por un lado, el Mercosur, la Unasur y la Celac han definido una posición conjunta respecto al reclamo histórico de Argentina de los territorios de las islas Malvinas.
Posición que exige que se cumpla lo determinado por las Naciones Unidas de que las partes se sienten a conversar, cosa que Inglaterra se niega y en respuesta convoca a su Consejo de Seguridad Nacional, demostrando cómo la rancia política monárquica se sobrepone a los principios democráticos que tanto alardean al Tercer Mundo. Por otro lado, podría ser que Cameron pretenda reutilizar la estrategia de Margaret Thatcher en 1982 que le dio popularidad y legitimidad para implementar un feroz plan neoliberal. Cameron podría tácticamente utilizarlo para fortalecer una opinión pública a favor de fuertes recortes presupuestarios en lo social. Una breve cortina de humo en tiempos de desesperación y fracaso político de las élites dirigentes europeas. Lo que queda claro es que, de hecho, la Unasur no se presenta como otro foro más, sino como un instrumento legítimo de ejercicio de soberanía y autodeterminación para terminar con cualquier rezago de colonialismo en Latinoamérica.