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El Telégrafo

De reelecciones y revolucionarios

09 de agosto de 2013

No sé si el Mashi ha descolorado el uso de la ironía al punto en que cada declaración abre un abanico de especulaciones y confusiones, o si hay una verdadera agenda política de eternización en el poder. Nebot, entronado más allá del bien y del mal, tiene la respuesta. Y no tiene relación con esas elucubraciones orwellianas sobre un discurso velado por el cinismo de nuestro amado dictador en su búsqueda por legalizar su coronación. En realidad, Nebot sabe que lo que el Presidente está buscando es apropiarse de Guayaquil.

La verdadera revolución, esa que necesita estar en constante renovación, debe ser un proceso de perpetua reflexión crítica del poderA toda esta confusión se suman las aproximaciones teóricas de todos los coidearios de Alianza PAIS sobre la alternabilidad y la continuidad, la democracia y la gobernabilidad, los fundamentos de los proyectos políticos. Opositores condenando a priori las intenciones totalitarias del presidente Correa; defensores justificándolo todo bajo los fervores de la revolución. Y es un debate importante, pero que, en el frenesí mediático, quita espacio a lo urgente. Además de otorgar una salvaguarda a cualquier carencia en la creación de instituciones autosustentadas, independientes de un gobierno, si estamos dispuestos a aceptar gobiernos indefinidos.

Una adicional reforma constitucional, en este punto, es un proceso desgastante y costoso que deslegitima la propia estabilidad del Estado, vicia la imagen de un proceso y decepciona a una ciudadanía ávida de maduración política. Sería un retroceso volver al equivalente coyuntural de lo que fueron los cenicerazos, los insultos y ese circo que era nuestro Congreso. Y hay uno que tiene experiencia sobrada en esos avatares. Más allá de ese sinnúmero de veces que el Presidente ha repetido que, a pesar de una reforma constitucional, no se postularía para un tercer periodo, esa prerrogativa no debería tenerla ningún servidor público electo.

El propósito inicial de evidenciar un doble rasero mediático y político donde Nebot, una vez más por encima del bien y del mal, puede perpetuarse en la alcaldía por 14 años sin levantar la menor crítica de totalitarismo o alternabilidad, se encontró con una compleja respuesta de especuladores (muchos opositores repitiendo un discurso que ronda siempre alrededor del mismo tema, desde cualquier arista posible) y una serie de peligrosos fanáticos que están dispuestos a apoyar cualquier propuesta del Ejecutivo, por atentatoria que  pueda ser, justificándola en el leitmotiv revolucionario. La verdadera revolución, esa que necesita estar en constante renovación, debe ser un proceso de perpetua reflexión crítica del poder. Esta ausencia vuelve a la revolución en el statu quo, en aquello que quiere revolucionar.

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