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El Telégrafo
Nancy Bravo de Ramsey

De pura cepa

14 de octubre de 2014

Existen en nuestro país ciertos grupos, especialmente en Guayaquil, una de la más importantes, pobladas e influyentes urbes de la nación, que -al margen de si son o no simpatizantes del Gobierno- crean con su proceder una cada vez más fuerte separación con el resto del país y dañinos resentimientos innecesarios entre pueblos hermanos, atentando de esta manera contra aquello que debería ser condición inherente y obligatoria para todos los ecuatorianos: el propender al fortalecimiento de la más sólida unión de regiones, campos y ciudades del Ecuador, en pos de su desarrollo pleno en todos sus aspectos. Sin egoísmos, sin envidias, sin rencores, sin sentimientos de superioridad frente a los demás. Con solidaridad para las otras regiones. Con auténtico espíritu de igualdad nacional. Pensando y obrando en beneficio de su terruño, sí, pero fundamentalmente para el bien de la patria, que es la misma para todos.

En Guayaquil, aquellos que piensan que son entes superiores a los otros ecuatorianos, gritan en forma estentórea, especialmente en concentraciones, que son “guayaquileños de pura cepa, descendientes de los aguerridos huancavilcas”. Y lo dicen con tanta soberbia, poniendo límites de separación con los demás. Pero, y los ecuatorianos que no hemos nacido aquí, aunque después de haber pasado la mayor parte de nuestra existencia en este lugar, de habernos formado profesionalmente, de haber constituido en Guayaquil una familia, de haber tenido hijos guayaquileños y de haber aportado al desarrollo de la ciudad con la mejor intención y el mayor amor, ¿en dónde quedamos? ¿Es que quizá existe una velada intención de marginarnos? Y este es un sentimiento que lesiona, que resiente y que indigna a un buen número de compatriotas oriundos de otros lares nacionales.

Esto no tiene pie ni cabeza. ¿Acaso se han puesto a pensar lo que significa ‘de pura cepa’? Por lo que se ve, al parecer no es así. Señores que dirigen a aquellos grupos que corean sin pensarlo aquellos desatinos, ‘de pura cepa’ significa el mantener, el conservar las raíces, el origen, el tronco  de algo y, en este caso, de su raza, de su linaje. ¡Pero si ustedes, especialmente los mandamases, ni siquiera tienen apellidos huancavilcas! Pues de seguro que si ese fuera el caso, como se creen de tanto abolengo, se sentirían abochornados. Sus apellidos son españoles, o árabes, o ingleses, norteamericanos, franceses, italianos, alemanes, holandeses, siempre extranjeros, pero jamás huancavilcas. Entonces no son ‘guayaquileños de pura cepa’. Lo serán algunos cuantos de sus seguidores. Los más modestos, los que con amor ostentan sus apellidos aborígenes. Y muchos de ellos son príncipes descendientes de monarcas huancavilcas, destronados y venidos muy a menos luego de la conquista española.

Hay que recordar, además, que el pueblo huancavilca en la época precolombina se extendió desde la isla Puná, parte de la provincia del Guayas, incluyendo -por supuesto- lo que hoy es Guayaquil, la región del sur de Manabí y toda la provincia de Santa Elena, en donde los descendientes de los huancavilcas precolombinos actualmente son comuneros, ellos sí de pura cepa, de igual manera que muchos de los habitantes de la isla Puná y de algunos sectores de Manabí, lugares en los que, a su llegada, los conquistadores europeos encontraron similitudes aun en su lengua, sus tradiciones, raza y costumbres.

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