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El Telégrafo

De premios, figurear y amor filial

30 de octubre de 2012

El mundo de la literatura en lengua castellana está celebrando los 30 años de haberse otorgado el Premio Nobel de Literatura a Gabriel José de la Concordia García Márquez, nacido en Aracataca, Colombia, el domingo 6 de marzo de 1927.

En su discurso de rigor en la ceremonia de entrega del premio, dijo que “América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental”.

Y preguntó al mundo: “¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes?”.

Finalizó su discurso afirmando: “En cada línea que escribo, trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar a los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”. García Márquez prometió que después del Nobel no volvería a aceptar ningún otro premio. Y es comprensible. No tiene sentido que después de ser coronado campeón mundial de los pesos pesados, se acepte el cinturón de los pesos pluma.

Pero el peruano Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, carece de lo que García Márquez tiene en abundancia. Muy amigo de figurear, después de recibir el Nobel de Literatura, ha corrido a aceptar el recién creado Premio Carlos Fuentes de Literatura, con cheque y todo, que nada le añade a su carrera de escritor bien rentado y protegido del Departamento de Estado de USA. En 2007 ganó el premio María Moors Cabot, que entrega la Universidad de Columbia en Nueva York. Parte de la misma mención que acaban de conceder a diario El Universo.

Asegurar que Varguitas aceptó el premio como reconocimiento a una  gran amistad con el esclarecido mexicano recién fallecido no es tan cierto. El trato muy afectuoso y lleno de respeto que Carlos Fuentes siempre demostró para Julio Cortázar y García Márquez no lo tuvo jamás para con Vargas Llosa.

Javier Marías rechazó en días pasados el Premio Nacional de Narrativa que le otorgó el Ministerio de Educación de España, por su obra “Los enamoramientos”, que la escribió como si fuera una mujer la que narra. Es uno de los cinco hijos del filósofo Julián Marías Aguilera, discípulo  destacado de Ortega y Gasset, y autor de casi treinta obras. Entre ellas, la fascinante “Historia de la Filosofía”, con la cual nos deleitamos en el bachillerato. 

Expresó que su rechazo es una protesta por la negativa del Estado español a conceder premios a su padre, lo cual no es tan cierto, porque en el año 1996 se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, compartido con el italiano Indro Montanelli.

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