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El Telégrafo

De memorias y ganancias

24 de octubre de 2012

Participar en un proyecto ciudadano implica reivindicar la política como acción colectiva. Significa también impugnar cualquier visión neoliberal que nos recuerde la vorágine de esos intereses económicos particulares y los egoísmos que llevaron al país al despeñadero de la ingobernabilidad.

Vivimos durante muchos años girando en el círculo vicioso de los conflictos políticos sin salida. La única salida era gobernar de una manera diferente, con una Constitución que propusiera una sociedad más solidaria -ya no solitaria-, que pensara en el bien común.

La memoria nos ayudó bastante. El pueblo tiene su memoria y por ello decidió cambiar su rumbo. Cuando hablamos de memoria colectiva no podemos olvidar lo que hicieron los banqueros a escondidas de nosotros y en contubernio con el gobierno de Jamil Mahuad.

La codicia de los dueños de los bancos y la ley de instituciones financieras, respaldada por la incansable partidocracia, provocó la gran crisis que el Ecuador vivió entre 1998 y 1999. Esa fue una manera “inolvidable” de terminar el milenio y entrar a uno nuevo, ahogados por la irresponsabilidad financiera, el desgobierno y la corrupción llevada a su extremo. El país conoció en ese momento la peor crisis de su historia económica.

Es bueno recapitular ante la opinión pública las diferencias entre el llamado “bono de pobreza”, creado por Mahuad -que tuvo como antecedente el proyecto de Bucaram de realizar una “carnetización de la pobreza”-, y lo que significa el actual Bono de Desarrollo Humano (BDH).

En el primer caso, se trató de una medida desarticulada y de absoluto asistencialismo hacia “los pobres”, que no previó ningún futuro y careció de coherencia y de estrategia social. Como ese fue el gobierno de los banqueros -que cerró con “broche de oro” la crisis ya referida-, tampoco podíamos exigir algo que estuviera más allá de los intereses de quienes gobernaron en esa fatídica época. 

El actual Bono de Desarrollo Humano forma parte de un esquema que no es asistencialista, pues tiene una concepción distinta y sus propias implicaciones políticas y sociales, y además responde a una etapa de transición en el país. El BDH viene a convertirse en lo mínimo de lo mínimo; no en lo máximo, como plantea el “señor del emprendimiento”, siempre banquero y ahora candidato a la presidencia por la ultra derecha, por el mismo grupo que pretende que el pueblo haya perdido la memoria.  

Debido a estas razones, el argumento de que en el Ecuador se requiere socializar las ganancias de los banqueros a favor de los pobres tiene mucho peso para lograr un balance real en lo que entendemos como equidad y justicia.

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