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El Telégrafo

De los recursos no renovables a la sociedad de los recursos ilimitados

05 de marzo de 2013

Sin temor a equivocarme se podría sostener que Ecuador -así como el mundo- ha vivido una triple crisis producto de la ausencia de la gestión de un conocimiento emancipador: crisis de su modo de acumulación y re-distribución, crisis de la calidad de su democracia y crisis de sostenibilidad ambiental. Podríamos señalar que lo que vivimos es producto de un rotundo fracaso cognoscitivo.       

La misión de un proyecto progresista responsable es garantizar una calidad de vida digna para todos sus ciudadanos que habitan hoy y habitarán en el futuro en su territorio. Esto implica pensar las condiciones materiales que viabilizarán la consecución del tal objetivo. La recuperación de la planificación con sentido prospectivo ha sido una de las principales características de este gobierno.

La hoja de ruta trazada en el Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013, pone el centro de la transformación justamente en la construcción de la sociedad del (bio)-conocimiento. La propuesta radica en transitar de una economía basada en los recursos no renovables a una economía que se sustenta en los recursos ilimitados: el de las ideas y la creatividad.

No obstante, esta perspectiva es de mediano y largo plazo, razón por la cual el día de hoy lo más significativo es planificar la gran transición para esa gran transformación propuesta. Los recursos no renovables como su nombre lo indica son finitos; no se renuevan. El gran error del gobierno sería no invertir en el sustituto de los recursos no renovables que permita producir una acumulación que garantice el buen vivir de sus ciudadanos de una manera sostenible (social y ambientalmente) a lo largo del tiempo.

Esto implica generar un sistema económico que redistribuya el pastel para satisfacer necesidades hoy, a la par de edificar un sistema productivo que haga que ese pastel crezca de tamaño para garantizar la satisfacción de necesidades de generaciones futuras. Gobiernos clientelares, como suelen nominar ciertos analistas a la Revolución Ciudadana, jamás harían una apuesta de este nivel dado que los réditos podrán ser palpados en 15-20 años.

A diferencia de otros modelos productivos, la búsqueda de construir un sistema de innovación social basado en el conocimiento y la creatividad tiene un fundamento claro desde la perspectiva económica: que la abundancia y no la escasez acompaña a la generación de conocimientos (rendimientos crecientes de escala, dirían los economistas). A su vez, al ser un bien inmaterial, la producción abundante de este bien (conocimiento) tiene la ventaja de ser ecológicamente sustentable.

No obstante, no debemos caer en el error del capitalismo: construir una institucionalidad que ponga límites a este bien ilimitado. Un país de desarrollo tardío y con economía abierta, como es Ecuador, jamás podrá basar una estrategia de gestión del conocimiento en un tipo de ciencia, tecnología e innovación cerrada. Económicamente, eso conduciría al fracaso absoluto. En este sentido, con una estrategia clara de incentivos económicos se debe pasar del paradigma de “los paraísos fiscales” a la edificación del “paraíso tecno-cognitivo abierto” al mundo.

El trasfondo político-filosófico de buscar edificar una sociedad del conocimiento y la creatividad consiste en que dicha construcción viene aparejada de una democracia de calidad y de la emancipación de la propia sociedad. Una democracia de calidad implica una ciudadanía crítica con altos niveles de educación y ética. Asimismo, podríamos sostener que la verdadera libertad, tanto individual como social, no puede darse sin la emancipación del pensamiento y de las ideas. ¡Ahí radica la segunda independencia del Ecuador, la definitiva!

*Presidente del Consejo de Educación Superior.

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