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El Telégrafo

De cara a las urnas

13 de febrero de 2013

La proximidad de las elecciones en el Ecuador obliga a efectuar varias reflexiones en torno al tema. A las puertas de la culminación de la campaña, queda la impresión de que el debate de propuestas de los candidatos/as no tuvo prioridad en su agenda. Contadas son las excepciones en los dos niveles: presidencial y legislativo.

Lo que sí prevaleció fue la frase trillada, oferta demagógica, entrega de dádivas,  insulto reiterativo, agravio infructuoso y sonrisa forzada. Hay candidaturas que ya son parte de la anécdota política ecuatoriana, entre la caída de tarimas, promesas absurdas, invocaciones a la divina Providencia y la entrega personalizada de colchones, avena y enseres.

Una situación evidente es la generalizada confrontación de la mayoría de postulaciones en contra de la corriente correísta. No hay diferencia ideológica considerable entre los movimientos y partidos políticos en el momento de cuestionar la tarea emprendida por la denominada Revolución Ciudadana.

Conservadores remozados y tecnócratas neoliberales confluyen con radicales etnocéntricos, izquierdistas de ala maoísta y socialdemócratas en similar disputa. En eso se desgastaron en toda la etapa electoral, olvidándose de que lo elemental y oportuno era la difusión de sus planteamientos, planes de trabajo y proyectos de ley, de cara al apoyo popular.

En tal escenario se advierte una sensación embestida por el tiempo: caminar hacia adelante o regresar la mirada hacia atrás. Esto es, seguimos delineando nuestro futuro o retrocedemos al triste pasado.

Ahí cabe considerar la visión progresista y gestión emprendida por el candidato aspirante a la reelección, al cual sus adversarios endilgan todos los males del país, pero, que, sin embargo, desde su ascenso a la Presidencia de la República ha sabido manejar la cosa pública con un liderazgo indiscutible, en la compleja dimensión de la planificación, diseño y ejecución de las políticas públicas.

La inversión en infraestructura física e implementación de programas sociales es un hecho latente. La atención en áreas como educación, salud, vialidad, turismo, es palpable, así también la reformulación en las esferas: tributaria, judicial, energética, agrícola (aunque en este último aspecto conviene fortalecer el apoyo estatal a favor del campo). En lo interno se ha recuperado la confianza institucional y en lo externo se ha vigorizado la soberanía nacional. Entonces, resulta inútil desprestigiar la acción gubernativa, cuando se observa la misma a lo largo y ancho de la nación, realizada a base de dignidad, trabajo y lucidez.

Por eso, es motivante que aquel candidato a ocupar nuevamente el sillón de Carondelet recorra en bicicleta por las rutas y carreteras, ríos y montes, planicies y hondonadas, playas y selvas de nuestra patria recuperada de ese oprobioso pretérito y evoque el mensaje de aquella esperanza cobijada de verde, en pro de afianzar mejores días a favor del nuevo Ecuador.

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