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El Telégrafo

De cara a la revolución

19 de julio de 2012

Nos hemos encontrado de pronto frente a una era convulsionada. En la década de los noventa del siglo pasado –qué lejano suena, pero son solo un poco más de veinte años atrás-  únicamente el 10% de las corporaciones internacionales alcanzó sus metas incrementales de utilidad por cinco años seguidos. La mayoría no pudo revigorizar sus viejas habilidades e inventar nuevas.

A los países les sucedió lo mismo. Los Estados Unidos de América y la Unión Europea continuaron con sus antiguas maniobras que les dieron un tiempo de derroche y falso crecimiento, hasta caer en la burbuja inmobiliaria que socavó sus economías  y están a punto de liquidar a Grecia y Portugal y que ya tienen disminuidas a España e Italia, afectando la existencia misma de este conglomerado continental  europeo y de su emblemática moneda: el euro.

Las naciones, igual que las empresas que no supieron darse cuenta del decaimiento de sus estrategias caducas, enfrentan similar destino de ver sus estructuras  económicas y sociales redimensionadas al tamaño de sus disminuidos patrimonios.

Surge la obvia pregunta: ¿Cómo podemos  prosperar en tiempos turbulentos? Pues parece que es forzoso hacer de la creatividad e innovación una forma de vida.

Sin embargo, la original inventiva  puede ser o  incremental, siendo la mejora de lo que ya existe;  o en su lugar, crear una revolución que elimine aquello que alguna vez funcionó y busque constantemente lo que funcionará en el futuro. Eso hará que los consumidores y los ciudadanos no pierdan interés en los objetivos de las empresas y los gobiernos.

Veamos ahora si nuestra Revolución Ciudadana  cumple con los principios básicos para ser una transformación creativa e innovadora. En primer lugar viene desde abajo y se ha desarrollado lentamente con respaldo popular, pues los partidos políticos ligados a las clases dominantes fallaron en crear un cambio positivo al no poder superar sus intereses. No hay duda de que ha generado un punto de vista muy original: observa y propone lo que está cambiando en el mundo; se orienta hacia las oportunidades que ofrece dicho cambio; crea una estructura para promover  la transformación y genera los conceptos adecuados a la gestión del cambio.

Para esto la Senplades ha desarrollado un excelente manifiesto: “El Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013” que demuestra que nuestra causa es ineludible; que mira las futuras posibilidades y no los fracasos del pasado; sus principios inspiran a nuestra gente a tomar acción; está en el alma y emoción del pueblo y hace que todos contribuyamos con lo mejor de nuestras capacidades.

La Revolución Ciudadana tiene absoluta credibilidad, su líder da cuenta de sus actos semanalmente y está expuesto a la vindicta pública en todo momento. Es clara y coherente y se alimenta de las necesidades y anhelos de nuestro pueblo. Tiene urgencia y apremio de actuar con inteligencia, apasionamiento y honradez. Y es la última oportunidad que tiene el pueblo para salir de la pobreza y tener una vida digna.

Con singular habilidad se han logrado alianzas estratégicas que apoyen  esta lucha. Se ha ganado con gallardía y caballerosidad todas las demandas y peleas que han presentado la partidocracia decadente y sus lacayos. Y el pueblo le ha recompensado con su voto en todos los llamados a las urnas. Y lo hará nuevamente en febrero del próximo año.
Hay un camino largo por recorrer.

Tenemos que poner nuestra mente, nuestro trabajo y nuestra pasión en esta revolución. Tina Seelig, en su libro “inGenio”, nos recuerda que “las más grandes fallas de nuestras vidas no son aquellas de ejecución, sino las fallas de imaginación” y agrega: “Nosotros somos los inventores de nuestro futuro. Y la creatividad es el corazón de la inventiva”.

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