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El Telégrafo

Damas en el tablero, estupendas. En la vida real, mejores

24 de enero de 2013

Simplemente sucedió: Un abogado irlandés tuvo una hija con su criada. Para huir de su esposa y del escándalo, la nueva pareja viajó con la recién nacida a los Estados Unidos. Esto sucedió hace doscientos años. La niña, producto de la relación, fue una mujer inolvidable: Se llamó Anne Bonny.

Anne fue indómita desde pequeña. Al cumplir los quince años abandonó a su padre. “Me voy a las Bahamas. No quiero ser hija ni esposa ni sirvienta de ningún macho”. Eso decía la carta y cuando su padre la volvió a encontrar, Anne estaba viviendo con un aventurero oportunista. El padre la desheredó. Ahora Anne era una hija de nadie.

“Anne es tan vulgar que hace sonrojar a los piratas”, decían en el puerto y aprovechando que su esposo viajaba mucho, se unió a un pirata homosexual y juntos alegraban a los aventureros, nada recatados en asuntos sexuales.

Además de amoral, Anne era bellísima y su espíritu era un huracán. Anne engañó a todo el mundo y, disfrazada de hombre, se embarcó como pirata. Más tarde decidió que ella tenía que ser la dueña de todo. Luego consiguió otro amante, y juntos robaron un barco para iniciar su propia empresa pirata.

24-01-13-ajedrezAl poco tiempo capturaron una nave y Anne se fijó en un bello joven. Cuando lo llevó a su lecho, descubrió que era otra mujer. Se llamaba Mary Read. Y empezó otro triángulo, al que el esposo de Anne no ofrecía ninguna resistencia.

Contaban los piratas, ebrios de ron y soledad, que nunca hubo peleadores más valientes que aquellas dos bellas mujeres. Pero todo tiene su fin. Alguna vez el barco fue detenido por las autoridades. Los últimos combatientes en ser arrestados a la fuerza fueron aquellas dos bellas mujeres.

Tras el juicio, todos fueron condenados a la horca. Anne y Mary declararon estar embarazadas. “Imploramos por nuestros hijos en el vientre, Señor”. Cierto o no, les fue aceptada su condición y ambas pasaron tras las rejas. Mary Read murió poco después, sin haber dado a luz.

La noticia “!Mujer pirata, prisionera!”, en aquel entonces, dio la vuelta al mundo. Y un hombre al que ella le había perdonado la vida en un ataque, reunió dinero y con el padre de Anne compraron su rescate y libertad. De ahí en adelante la vida de Anne se pierde en la noche de los misterios. Dicen que se casó con su salvador. Que volvió con su padre. No se sabe. Cuando salió de la cárcel, aquella bravía mujer tenía apenas veintiún años. Sería bello encontrarnos con Anne. No para pelear. Para que nos contara su vida completa.

En el ajedrez también hay damas capaces de todo. Juegan Seitz-Rellstab, en Bad Pyrmont, 1933.

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