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El Telégrafo

“Cultura, transformarse o desaparecer”

10 de mayo de 2013

“La creación del Ministerio Coordinador de Patrimonio es un hecho, en sí mismo, revolucionario”, aseguraba la ministra María Fernanda Espinosa. ¿El hecho de que, mediante decreto ejecutivo, ahora el Ministerio Coordinador de Patrimonio haya sido suprimido, implica que es un acto antirrevolucionario? No necesariamente. Se trata, supongo,  de articular, con una nueva mirada, el sector cultural. Y, en esa nueva mirada, está incluida la gestión patrimonial. Este es un modelo, más bien tradicional, que se aplica en la mayoría de países latinoamericanos (México es la gran excepción). Tanto que, en esta misma semana, el gobierno de Chile acaba de enviar al parlamento el proyecto de creación del Ministerio de Cultura y Patrimonio.

Muchos han sido los comentarios y las opiniones que han surgido en las últimas semanas respecto al Ministerio de Cultura y la designación del nuevo ministro.  Así, Mariana Andrade, gestora cultural de toda la vida, planteaba en este mismo diario, una disyuntiva: “el Ministerio de Cultura debe transformarse o desaparecer”. Radical y contundente. Y quizá revele la frustración y/o decepción de muchos actores y gestores respecto a la labor que ha desempeñado el Ministerio en estos últimos años, sobre todo. Y, sin duda, el pedido casi unánime es que debe darse un cambio profundo.

Debe abandonarse esa relación clientelar que, lamentablemente, se instaló en dicha cartera de Estado. La nueva concepción debe estar más bien atada a entender la gestión pública desde la inclusión y la participación. Y entenderse a la cultura como un hecho movilizador. La acción cultural, en sus múltiples expresiones, debe necesariamente estar vinculada con la ruptura (creación es ruptura) y en la generación de espacios, amplios y plurales, en los cuales los artistas  puedan desarrollar a plenitud su trabajo creativo.

Son muchos los pasivos que ha generado el sector cultural del gobierno (y del sector privado también). Y ésta es una deuda que deberá pagarse en el nuevo periodo de gobierno y, en este caso, a través del nuevo ministro Paco Velasco. Aún no se ha podido establecer el Sistema Nacional de Cultura, mandato constitucional que involucra a toda la institucionalidad cultural del país, incluida la propia Casa de la Cultura. Esta es la primera tarea, generar un nuevo modelo de gestión; dinámico, eficiente, de alcance nacional y con una visión que rompa con aquella concepción, discriminatoria y exclusivista, de las “elits” culturales y académicas. Y este modelo debe guardar coherencia con la nueva Ley de Cultura.

El Ministerio de Cultura se volvió un niño obeso. Más de 600 funcionarios y empleados que se “comen” más del 50% del presupuesto. Demasiado, cuando lo natural es máximo el 21%. Y si a esto le sumamos la burocracia de la Casa de la Cultura, otros 600 empleados que se “comen” más del 70% del presupuesto, estamos frente a un hecho desalentador y, éste sí, antirrevolucionario. Remediar esta situación será, sin duda, otra de las tareas inmediatas del nuevo ministro, y ojalá, del nuevo ministerio.

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