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El Telégrafo

Cultura: diversidad y convergencia

26 de diciembre de 2012

Tras la publicación en esta columna del artículo “Tópicos de la cultura” de mi autoría, un amable lector sugirió ampliar el debate de la temática tratada a razón de desmenuzar las categorías relativas a cultura hegemónica y cultura popular. Menuda sugerencia que aspiro a satisfacer en las subsiguientes líneas, sin afanes eruditos ni mucho menos, tan solo con la intención de contribuir en el diagnóstico de este apasionante campo de la sociedad.

Tal diferenciación tiene su punto de partida en la estratificación social y en el modelo económico imperante. Así, por largo lapso, el predominio del capital acentuó las asimetrías sociales, provocando condiciones contrapuestas en el arte, en detrimento de otras manifestaciones que se insertaban en lo folklórico y/o artesanal. No podemos dejar de lado a la educación, política y tecnología como factores de influencia en la dinámica cultural.

Esta situación alentó formas alternativas de la gestión artística, en donde la democratización de los espacios sea el puente inicial para el desarrollo de lo citado. Sin embargo, el arte como efecto histórico ha sido sinónimo de propensión elitista. Y, con ello, de divorcio con las esferas populares. Enhorabuena, los tiempos cambian, y hoy las brechas se acortan, en relación al acceso a las manifestaciones culturales, expuestas con plenitud en la música, danza, teatro, cine, pintura, escultura, literatura, etc. Para entender con mejor fluidez lo anotado, cito a Abdón Ubidia: “Cultura culta y cultura popular. Cultura dominante y cultura resistente. La demarcación bipartita de estos ámbitos ya no tiene sentido en el mundo actual. La avasallante presencia de la cultura de masas, ha venido a trastornar este esquema”. En esa línea, Ubidia cree que “…los conceptos de cultura culta y cultura popular tienen sus connotaciones históricas propias, sus correlatos sociales, sus claros rasgos diferentes y, por cierto, sus herederos muy calificados y muy actuales”.

Hay que señalar que ante la omnipresencia de la cultura dominante, emergen desde la periferia y la marginalidad rasgos evidentes de una cultura que se apropia de la protesta, indignación y resistencia. Contando para el efecto, con un rico bagaje pretérito que se abraza de la huella antropológica y de elementos patrimoniales e identitarios  que sintonizan con un proceso masificador y convergente en la población anónima. Los medios de comunicación cumplen un rol estratégico en la divulgación e interactuación de las aristas culturales, sin marcar límites entre lo culto y lo popular. Esto permite que el universo cultural tenga una connotación plural e integradora.

A más de ello, es esencial visualizar las políticas culturales impulsadas por el Estado y la voz demandante de la sociedad civil, específicamente, de los sujetos sociales y activistas culturales, en la reivindicación del quehacer cultural.

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