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El Telégrafo

Cuestión de dignidad

13 de abril de 2012

Para quienes nunca han levantado la cabeza de la dignidad, humillados por conveniencia económica, para los que vendieron la soberanía de la patria al precio de la traición, les parece inaudito, insólito e inadmisible que el presidente Correa desdeñe a los priostes de la mal llamada “Cumbre de las Américas” con su anuncio categórico de no asistir mientras continúe la inexplicable exclusión y discrimen contra Cuba, por la omnímoda voluntad e imposición de los Estados Unidos. Qué bien quedó la dignidad del país, con un Mandatario consecuente con su ideología socialista, capaz de crear un punto de inflexión para que esa clase de cónclaves intrascendentes, con declaraciones vacías que no valen ni el precio de la foto del grupo, conmueva a los presidentes asistentes a actuar con la lógica incluyente de una América integral.

No se ha oído la voz de la izquierda solidarizándose con la isla injustamente excluida de esta y de todas las cumbres anteriores por orden del imperio, autor y beneficiario del criminal bloqueo económico en contra de un pueblo valeroso que lo ha soportado con heroísmo ejemplar. ¡Qué ironía!, el resto de América haciéndole el juego al “policía del mundo” en sus prácticas intervencionistas y saqueadoras. Ecuador no. Se levantó la voz del auténtico socialismo solidario a través del pronunciamiento de Rafael Correa, que cayó como una brisa fresca llena de esperanza en un futuro revolucionario para toda la región. Los infantiles de acá prefieren reunirse por odio y amargura con los saqueadores, traidores y mediocres, en vez de saludar la histórica decisión presidencial que nos ha puesto en la retina del mundo como sinónimo de soberanía y dignidad. ¿Cómo explicarán esta contradicción ideológica?

Hay quienes se atreven a exigir la firma de un TLC con la Unión Europea, cuando saben que el presidente Correa por definición aborrece esos instrumentos amañados que buscan someter a los países incautos a regímenes de explotación y miseria. Que lo han hecho Colombia y Perú, allá ellos; nosotros vamos ganando con positivos indicadores económicos reconocidos por la comunidad internacional, que han dado como resultado la disminución de la pobreza. ¿Para qué, entonces, someternos?: ¿solo para dar gusto a los lacayos de un capitalismo salvaje y depredador? Ni locos.

Vamos bien por esta senda. El pueblo entiende a su líder. Hay una creciente empatía entre la gigantesca obra pública, sin parangón en la historia y sus beneficiarios que en la práctica defienden a “su” gobierno. Si a ello se agrega este último acto de dignidad y consecuencia socialista, estamos consolidando una personalidad social en el concierto del internacionalismo revolucionario. Una razón más para impulsar el cambio.

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