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El Telégrafo

Cuerpo estándar

15 de abril de 2012

Uno de los problemas de la opulencia alimenticia de un grupo de la población humana es la obesidad, convertida en grave dificultad de salud pública en algunos países. Según la OMS, 52% de la población tiene sobrepeso y 22% es obesa, lo que significa 1 de cada 10 individuos con este mal. El panorama es opuesto en otros países y las cifras se invierten; en Etiopía, por ejemplo, la desnutrición llega al 80%. Puede decirse que el problema de la humanidad moderna, y hacia el futuro, es la malnutrición, determinada por una estructura social y económica que provoca el inequitativo acceso a los alimentos.

A esta realidad se agregan también factores biológicos y evolutivos.  Durante la evolución humana, un cuerpo muy delgado con ausencia de grasa perjudicaba al individuo en época de escasez de alimentos y provocaba su muerte. En cambio, un individuo obeso y por lo tanto menos ágil, era presa fácil de los depredadores y también sucumbía. Así, el cuerpo promedio o estándar era la mejor alternativa para sobrevivir y evolucionar equilibradamente.

En los seres humanos, el cambio de costumbres alimenticias, el sedentarismo, los alimentos artificiales y procesados, modifican las condiciones en que se desempeña el individuo, y el cuerpo, que estaba preparado evolutivamente para ser estándar, incrementa su masa corporal. Incluso se seleccionarían genes de obesidad que en las poblaciones actuales serían más abundantes. Personas obesas escogen parejas similares, produciéndose una selección artificial de genes de obesidad, y no una selección natural, como conocemos en biología evolutiva. “Nuestros genes de la Edad de Piedra no soportan la alimentación ni la forma de vida de la Era Espacial” (Jose E. Campillo, nutriólogo).

De 29 genes estudiados relacionados a la masa corporal, 9 parecen tener relación con la obesidad. La función de los genes de obesidad se enmarca en lo que se denomina retroalimentación. Uno de estos genes, el de la Leptina, funciona si el individuo tiene el gen normal, emitiendo en el cerebro la señal de “estoy lleno”, que dispone no ingerir más alimentos. Pero hay personas con mutaciones en este gen que, al no llegar la información debida al cerebro, siguen alimentándose sin límites.

Si la humanidad continúa con alimentos de pobre calidad, con preservantes, con grasas, etc., así como el sedentarismo producto de la modernidad tecnológica, estará condenada a la obesidad y a las enfermedades adyacentes: diabetes, infartos, arterioesclerosis, trastornos metabólicos, entre otras. El lema actual debería ser: come menos, muévete más.

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