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El Telégrafo

Cuenta regresiva

10 de octubre de 2012

Las últimas tres o cuatro generaciones de seres humanos hemos podido ser testigos de importantes eventos en el planeta. Si solo volviéramos cien años atrás el reloj del tiempo, aparte de distintos sucesos de carácter histórico y social, veríamos que la vida de las personas en este último siglo ha cambiado de manera notable. La velocidad de esas transformaciones científicas y tecnológicas ha sido enorme, al igual que el impacto que han provocado las acciones humanas sobre su entorno de vida.

La gran pregunta que da vueltas en la época en la que vivimos es: ¿Cómo continuar viviendo donde vivimos, y qué podemos hacer para detener, o al menos disminuir, las actividades que van en contra de nosotros mismos? Pero esta interrogante no solo involucra a los seres humanos, sino a la totalidad de los seres que compartimos la Tierra.

De acuerdo con la afirmación de uno los más grandes científicos actuales, el biólogo y entomólogo estadounidense Edward O. Wilson, la creciente e insostenible actividad del ser humano ha desencadenado un nuevo “cataclismo” que, de no poner remedio, provocará la extinción de gran parte de la megafauna del mundo. Solo el calentamiento global, alerta el profesor Wilson, podría causar la extinción de una cuarta parte de las especies animales y vegetales de la Tierra hacia mediados del siglo XXI.

Este asunto va más allá de un orden científico o de un problema de uso de recursos naturales y económicos para continuar habitando y contaminando el planeta en el que vivimos. Se ha convertido en un tema ético y filosófico, de conciencia de vida, de conciencia del ser.

Las pruebas y efectos del cambio climático han sido comprobados y difundidos mediante una amplia red de información científica, de investigaciones, de documentales y otros productos de comunicación en todo el mundo. Los efectos del cambio climático tienen repercusiones sociales y económicas. En el Ecuador, gran parte de los efectos del cambio climático se ve ya reflejada en los impactos generados por deslizamientos e inundaciones. 

Los actuales problemas del cambio climático y sus consecuencias sobre la vida del planeta responden a una forma de vida que no puede continuar: la elevada producción y el consumo exagerado de los países ricos del Norte. Ya no queda mucho tiempo para seguir manteniendo esa tozuda y egoísta actitud de defensa del capital y asistir, al mismo tiempo, a los grandes foros internacionales sobre cambio climático, para cumplir con obligaciones formales y diplomáticas, que para muchos es incluso un comportamiento de velado cinismo. Hasta el momento no existe una clara voluntad de compromiso de algunos países y el tiempo se vuelve cada vez más corto.

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