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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Cuatro años del 30-S

03 de octubre de 2014

En el campo -casi siempre  irracional- del ideario faccioso imperan fuerzas ciegas ligadas a lo inmediato, donde  pierde importancia el raciocinio, reina la pasión malsana, separando al intelecto de la conciencia moral y aparece  la violencia criminal, como estímulo de destrucción de valores que deberían ser sagrados  como la vida de los ciudadanos, la salud de la República, el respeto al orden constitucional, la democracia, y a sus representantes elegidos por voluntad popular.   

El  30 de septiembre de 2010, en nuestra patria, se produjeron hechos infames y vergonzosos que ocasionaron  la muerte de varios compatriotas, heridas inhabilitantes a otros tantos y humillaciones por el ataque aleve de amotinados de  filas policiales, azuzados por  sujetos que en su recurrencia de poder, descendieron en las profundidades nefastas del  accionar para el magnicidio y la guerra civil.  Lejos de alguna brújula orientadora decente en su actividad sediciosa -si existiera- los conspiradores políticos fraguaron en  los extravíos más oscuros de sus mentes un premeditado plan para el derrocamiento del gobierno del presidente  Correa, e inclusive  su muerte, como fórmula adulterada y vil de solución del insomne caos en que se debatía la derecha económica, política y los coléricos nihilistas de la izquierda radical opositora de la revolución ciudadana y  que hoy  continúan juntos en su conjura contra la institucionalidad.   

Esta confabulación artera tuvo también padrinos, desembozados unos; en la sombra otros; la mayoría, emboscados en medios de difusión nacionales y extranjeros, financiados por los banqueros buscados por la justicia ecuatoriana y además  con la  hábil complicidad de países hegemónicos, que en referencia a Latinoamérica, aún no mostraban su rostro imperial de siempre, como lo están haciendo ahora con  propuestas de “creación de centros de innovación -sic- para potenciar los grupos de la sociedad civil”. Intento para cambiar antiguas iniciativas de enseñarnos libertad con miles de víctimas por los desembarcos de marines en Centroamérica o educarnos para la democracia “a palos” y sangre, diría yo como acaeció en las dictaduras genocidas del Cono Sur.

En suma la búsqueda de líderes que sustituyan las gastadas imágenes de aquellos que sumieron a nuestro continente en la miseria, que planteadas sin rubor establecen que las esperanzas que se forjaron en relación  a cambios en la política exterior de USA, se esfuman definitivamente.

  Estas acciones que entre líneas significan la formación de nuevos cachorros para el imperio del capital financiero, indisolublemente  unido  al complejo  militar industrial, implican poner a tono nuevamente el pulso del engaño, aprovechando la ingenuidad de nuestra juventud y también la ambición de unos cuantos oportunistas que siempre flotan.

Y los errores a veces inexplicables de los gobiernos progresistas en el escogimiento de funcionarios solventan la estrategia colonial de dominio sobre América Latina. Y constituyen la restauración conservadora, conocida y denunciada.

Frente a esta maquinación, tramada en los cenáculos del poder trasnacional y articulada por peones nacionales, los pueblos deberán unirse no solo en lo político y social, sino en la  acción cotidiana y hasta doméstica dando respuesta  racionalizada a la conspiración  que se cierne.  

En la plaza San Francisco, repleta de ciudadanía por los cuatro costados, los ecuatorianos dijimos jamás otro 30-S, y ratificamos nuestro compromiso con la revolución, la unidad  y la historia.

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