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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿Cuánto cambia la democracia en una revolución?

09 de marzo de 2014

Por más de siete años se machacó la defensa de la democracia, en cuidarla de las amenazas de ‘totalitarismos’ y del comunismo. Esos enunciados se hicieron sentir con mucha fuerza en cada proceso electoral, pero con todo rigor en la aprobación de la Constitución en septiembre de 2008.

En el último proceso electoral ese ‘sentir’ (de todo el aparato político-mediático de la derecha) bajó de intensidad. Aunque todavía algunos insisten en ciertas entrevistas o esos cuadros ‘liberales’ juveniles que hacen de todo para posicionar los valores de otras ‘democracias’ como si fuesen el único y absoluto paradigma posible del planeta.

¿Cambió la realidad? ¿Ya estamos en el comunismo o en el socialismo propuestos por Marx, Engels o Lenin? ¿Los liberales, socialdemócratas o democratacristianos, socialcristianos o populistas de derecha  están en el destierro o presos? ¿O por el contrario el sistema democrático ecuatoriano garantiza la pluralidad, libertades de expresión y de pensamiento, la movilización y protesta?

Por lo visto, quienes impulsaron esa campaña ahora son víctimas de sus propias mentiras y exageraciones. Tanto es así que si lo que dijeron de la  Constitución y de todas las leyes aprobadas fuese cierto no tendrían por qué haber participado en ninguna de las elecciones y obtener los resultados por todos conocidos. Tampoco habría medios de comunicación y los periodistas que se amordazaban en las marchas, junto a los dueños de las empresas periodísticas, siguen escribiendo, dibujando o criticando a diario y de todos los modos.

Entonces, la pregunta de fondo es hasta dónde las revoluciones de ahora profundizan la democracia y generan procesos participativos con menos incidencia de las corporaciones mercantiles y financieras, de aquellos intereses ultraparticulares que definían las ‘políticas’ de Estado. Tanto es así que los candidatos de la derecha estuvieron  obligados a hablar ahora de la defensa de los derechos fundamentales, de las garantías constitucionales, de equidades y condiciones a favor de la justicia.

La construcción política democrática vivida por Ecuador estos años da para imaginar nuevas ideas movilizadoras para arraigar ese sentir de hacer un país distinto, pero a partir de transformaciones y no solo de maquillajes al capitalismo, como quieren los grupos antes mencionados. 

En realidad, las revoluciones en democracia (aunque no guste a los teóricos de la izquierda tradicional) apuntalan otra forma de convivencia política. Con ello nos obligan a imaginar cómo consolidar el avance sostenido. Contrariamente a lo que dicen y hacen algunos dirigentes de esa izquierda, cuestionar el proceso político nacional actual no implica una alianza con los postulados y hasta con las doctrinas de la derecha, como aquellas de las libertades que solo ocultan los resortes del capitalismo financiero más agresivo.

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