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El Telégrafo

Cuando se van los amigos

14 de enero de 2014

…Entonces se fragmenta el alma en pedacitos, como si le faltara su sustento. Como si se nos hubiera acabado el aire y tuviéramos que avanzar casi incompletos. Es que una buena amistad es una especie de hermandad que festeja con nosotros nuestras alegrías y nos sostiene en las más duras circunstancias. Y acaban de morir en Guayaquil dos buenos amigos. Juan Hadatty Saltos y Carlos Cisneros Cuadrado, ambos, respetados y admirados personajes de nuestra colectividad.

Décadas atrás conocí al sociólogo Juan Hadatty, cuando él empezó a salir con mi amiga Melania Mora Witt, por entonces joven y bella estudiante de Economía en la Universidad de Guayaquil. Más adelante, el amor los guió al matrimonio llegando a conformar, con sus dos hijas, una familia exitosa con importantes realizaciones. Muy locuaz y dueño de un rico acervo cultural, Juan tenía la particularidad de volver una aventura encantadora a una sencilla conversación, en la cual se aprendía mucho.

Juan Hadatty Saltos y Carlos Cisneros Cuadrado, ambos, respetados y admirados personajes de nuestra colectividad.Él llegó a Guayaquil desde la bella Bahía de Caráquez,  como sucedió con la mayoría de los manabitas que veníamos al más importante puerto ecuatoriano, con el propósito de iniciar aquí nuestros estudios universitarios. Con el paso del tiempo, Juan Hadatty fue conquistando posiciones de relieve en esta ciudad, como un hombre de cultura y un experto conocedor de las artes en sus diversas manifestaciones. Nada le era ajeno a él cuando se trataba de opinar acerca de cine, teatro, danza, música, literatura, pintura o  escultura. Aunque también se lo escuchaba hablar sobre política nacional o mundial con suficiente profundidad y conocimiento. Juan Hadatty logró muchos de sus anhelos. Pero además yo tengo el convencimiento de que él se sintió un hombre de suerte al encontrar a  Melania en su camino y disfrutar de su amor, su comprensión, su lealtad y su respeto por el resto de su vida.

Carlos Cisneros Cuadrado, el destacado dirigente del periodismo ecuatoriano y aplaudido profesional de la comunicación, fue mi compañero de trabajo en Vistazo, cuando yo estudiaba el primer año de Jurisprudencia en la Universidad de Guayaquil. Transcurrían los últimos años de la década de los 60. Poco después, desempeñándome como jefa de Redacción fundadora de la revista Hogar, conocí al ingeniero de Minas Joseph Ramsey. Luego de algunos meses decidimos casarnos a como diera lugar. Así fue que sin la presencia de mi familia, que se oponía a que contrajera matrimonio “con ese gringo divorciado”, un buen día acudimos al Registro Civil en donde se desarrolló la ceremonia que nos unió en matrimonio. Nuestros testigos fueron Carlos Cisneros y su esposa, Albita Barros de Cisneros, amigos queridos e inolvidables.

Un ser humano excepcional, caracterizado por su noble accionar en beneficio de sus colegas como dirigente de la UNP en sus días de gloria clasista, Carlos Cisneros fue descrito entre lágrimas por su angustiada cónyuge: “Él fue un ser especial. Una persona extraordinaria, más cristiano que cualquier obispo. Sus obras siempre fueron en beneficio de los demás”, ella dijo. “Ahora tendríamos 49 años, 3 meses y 28 días de casados. Él era mi mundo. Me enseñó todo en la vida desde que yo tenía 19 años”.

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