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El Telégrafo

Crónica abreviada de un proceso histórico

04 de enero de 2013

La construcción de una sociedad democrática profundamente humanista es imposible sin la concurrencia y el conocimiento del devenir de su pueblo, aquellos lapsos en los que no se trata solamente de evocar fechas y acontecimientos, también personajes y personajillos, con sus pertinentes circunstancias, son fundamentales para continuar exitosamente la arquitectura de una nueva nación, edificar el porvenir sin las taras del pretérito reciente y de los anteriores.

La historia de 30 años de “vida constitucional” en el Ecuador, desde 1978 a 2008, ha sido la manifestación más acabada de la tragedia nacional, en las que se conjugaron asonadas militares y civiles, promesas incumplidas, traiciones, dependencia, componendas legislativas, desgobiernos, latrocinios y la mayor de las estafas  a la República: la quiebra dolosa de los bancos, acción fraudulenta que generó la diáspora de millones de compatriotas, el dolor severo para la totalidad de la población, la pérdida casi absoluta de la fe ciudadana y la aparición de formas de extinción de las esperanzas populares, enterradas bajo la égida ideológica del neoliberalismo.

Si bien es cierto la desgracia ecuatoriana no está circunscrita a estas últimas décadas, pues en el pasado existieron hechos bochornosos y graves, como el episodio de los tiempos decimonónicos de la “venta de la bandera”; y en la siguiente centuria, de igual manera, los humildes de la Tierra fueron sojuzgados, humillados, explotados y masacrados, los paréntesis civilizadores de los gobiernos de Eloy Alfaro lograron ubicar al Estado ecuatoriano en el siglo XX y generaron una época de progreso, no es menos cierto que las más grandes desventuras del conglomerado social han sido: la mutilación territorial surgida del Protocolo de Río de Janeiro, suscrito por el régimen oligárquico de Arroyo del Río; y el feriado bancario impuesto por el incapaz y vicioso  gobierno de Mahuad y sus corifeos, los banqueros corruptos, que aún continúan ufanándose de sus crímenes.

Hoy se inicia la campaña para las elecciones generales, una jornada de lucha  sustancial, para que la cruzada por el progreso y la justicia que el proyecto político de Alianza PAIS establece se consolide invencible. La reelección del presidente Correa,  obviamente una necesidad sentida, imperiosa y socialmente necesaria, está en el corazón de las masas populares y, consciente de ello, estoy seguro de que el triunfo consolidará la revolución, mas tales sentimientos no pueden significar, ni remotamente, que hay que descuidarse y solventar criterios triunfalistas y de trasnoche. Esas emociones hay que dejárselas a la partidocracia, al populismo y a los grupúsculos de izquierda y derecha. Se debe luchar contra esos conceptos de victorias anticipadas y trabajar como al principio, cuando Rafael Correa era un desconocido. La patria lo requiere, y lo exige.

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