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El Telégrafo

Cromáticas de la vida

30 de octubre de 2013

Así se titula la reciente producción pictórica de José Bastidas, expuesta hace poco en Quito y actualmente en su ciudad natal: Otavalo. Lejos de cualquier nivel de criticidad artística, lo que corresponde destacar en la tarea obsesiva de José es su ferviente apego a las grandes causas sociales.

Efectivamente, en su acervo creador sobresale su resplandor humano, encauzado a dar respuestas efectivas a favor de los sectores vulnerables de nuestra sociedad, en especial, de la niñez con enfermedades catastróficas. De alguna manera, José se desprende de su interés privado, para extender la mano solidaria a las personas con dificultades económicas.

José vivió una niñez de limitaciones que jamás fueron un obstáculo en la labor de impregnar belleza a través del pincel. Esto le sirvió para asimilar los esfuerzos que se requieren para brillar con luz propia, y aprovechar adecuadamente las oportunidades en el plano profesional.

Por ello, no es casual que sus cuadros, expuestos dentro y fuera del país, hayan obtenido criterios positivos y elogios merecidos.

Él es un pintor persistente, cuyos trazos se extienden con el cómplice silencio que provoca la madrugada. Su pasión inmanente es el arte, dirigido desde su introspección a concienciar sobre la preservación del medio ambiente y los efectos tras la contaminación de la naturaleza. Asimismo, enaltece la armonía en el ser en toda su dimensión, el advenimiento de la luz, la calidez del entorno familiar, las complejas relaciones de pareja, la raíz maternal y protectora, los designios de la longevidad y la multiplicidad étnica.

Tiene una permanente interrelación con la juventud, por su condición docente. Esto le permite compartir sus conocimientos de manera lúdica y didáctica. José estimula a nuevos forjadores de la pintura por medio de talleres alternativos. Se muestra predispuesto a la consecución de proyectos benéficos, para lo cual las subastas y las donaciones son una muestra fehaciente de su desprendimiento humano.

Rodeado de amistades que giran alrededor del arte y la cultura, José se plantea interrogantes existenciales que le conducen a dar respuestas en el lienzo. Como afirma Víctor Manuel Guzmán sobre la obra de este destacado artista: “Su pintura es translúcida, íntima, callada, sin estridencia, invitando al silencio y la reflexión. Su obra es un remanso humanista y sus telas cantan, lloran y duermen. Es un intérprete del ser humano, de sus sueños, vivencias, transformaciones, es decir, de la magia que envuelve el misterio de la vida”.

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