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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Crítica sin crítica

06 de octubre de 2014

La idea y práctica de la crítica como la acción reflexión sobre lo que ha ocurrido y ocurre en el mundo es una construcción fundamental de todo proceso de transformación social. Sin duda las posiciones de izquierda exigen una crítica permanente en todo momento de la lucha política -la cual engloba las demandas sociales como los ideales de un segmento de la sociedad que siendo mayoría no se ve reconocido en las estructuras institucionales existentes o cuando ha alcanzado el poder del Estado requiere renovarse continuamente para no burocratizarse- para poder mantenerse a tono con las demandas de las mayorías, es decir, tener la capacidad de saber procesar esas demandas y convertirlas en los postulados de la movilización popular.

Sin embargo, pueden aparecer discursos y narrativas que invocan a la crítica, al pensamiento crítico, pero adolecer del mismo: exigir que todo debe cambiar pero a la vez bloquear las posibilidades del cambio. Una de las peores prácticas está en la del compromiso a futuro, es decir, que declaran que los cambios han sido positivos pero que ciertas cosas se pudieron haber hecho de otra manera, pero cuando estaban sucediendo no se comprometieron hasta saber por dónde mismo iban estas.

Es un comportamiento de querer comprometerse pero hacerlo a paso seguro sin arriesgar nada. Otra forma es recubrir las palabras y actos bajo el paraguas del trabajo técnico o de la pureza de las políticas públicas o del objetivismo academicista. En cualquier caso es un miedo a la misma política que busca lo heterogéneo, lo diverso, lo diferente. Por eso un proyecto político que se va realizando exige coherencia ideológica e histórica; y el modo de organización no puede ser ni rígido ni disperso; por el contrario, debe  ser flexible y riguroso en medida de la reflexión que haga de sí mismo.

Esa reflexión no queda en manos de unos cuantos sino que se halla en la misma práctica de construir organización, de fomentar las bases sociales y políticas. De ahí que el fundamento de la crítica es la acción política consciente grupal, colectiva e individual.

Lo que no es crítica es oportunismo en cualquiera de sus formas y expresión compleja del llamado colonialismo interno del que ha sabido sacar buen provecho la sociedad capitalista y sus intelectuales. El pensamiento crítico tampoco se puede realizar solo y exclusivamente detrás de un escritorio sino que debe confrontarse con aquello que es motivo de su reflexión.

Debe flexionarse permanentemente para mantener su condición política y metodológica. Solo así es posible aportar a unas ciencias sociales con carácter crítico y no quedar cercado a un falso cientificismo objetivista. Pensamiento crítico es desmistificar a ciertos pensadores, políticos, intelectuales, etc., que fueron convertidos en tótems y tabúes; en autoridades sacramentadas e intocables de la historia. Por tanto, el pensamiento crítico tiene por tarea desmontar esos tótems y a sus hijos: naturales o putativos.

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