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El Telégrafo

Criterios disparatados sobre el puerto

14 de agosto de 2013

Afirman voceros de la oligarquía, con extrema irresponsabilidad y odio político, que Rafael Correa quiere hacerle daño a Guayaquil, que miente y engaña al pueblo y hasta quiere “trasladar”, “llevarse” su puerto. Que se la quiere despojar de su naturaleza portuaria, buscando hacerla turística (¡ojalá llegue a serlo!) y de cabotaje, y hasta se han apoyado en rimas de mal gusto.

Nos han recordado que desde la época colonial había astilleros y ya era puerto y que el actual, que ya tiene 50 años, fue posible  en 1958 con la creación de la Autoridad Portuaria, entre paréntesis,  desde el comienzo convertida en nido de oligarcas. Esto prueba que en décadas la partidocracia y sus gobiernos no hicieron nada por lo que ahora reclaman, y el problema ya existía o al menos se lo veía venir.

Los grupos de poder (solo falta la tristemente célebre Junta Cívica) nos recuerdan que Guayaquil nació como astillero y que, por tanto, “es puerto” (!) y debe seguir siéndolo. Toda esta cantaleta se da por el anuncio presidencial del Plan Estratégico de Movilidad (2013-2037), en el que se buscará, responsablemente, con base técnica y financiera, el fortalecimiento y cierta especialización de los puertos del país.

Qué bueno que por primera vez se tenga una visión de largo plazo sobre este importante tema, que va más allá de la cantaleta mercantil, ya que se empata con la estrategia de cambio de la matriz productiva que, con la base energética que se está consolidando, provocará un diversificado desarrollo industrial y agroindustrial que dinamizará el comercio exterior.

La politiquería busca alarmar con tantos disparates y trivialidades. Por cierto que Guayaquil seguirá siendo ciudad-puerto y el actual puerto, cuasi saturado, seguirá donde está, con su actividad; y la acción del Gobierno, que es el que tiene la competencia, lo mantendrá con la eficiencia posible. No habrá, por tanto, menoscabo de su importancia diversa y multiplicadores efectos en beneficio de la ciudad y del país.

El pueblo debe estar tranquilo, nadie va a “cerrar”, ni “trasladar” ni “llevarse” el puerto de Guayaquil. Habrá otro, competitivo, cuya construcción demorará un buen tiempo, y estará ubicado en el Golfo de Guayaquil, donde los estudios técnicos lo determinen, para el acceso de los barcos de gran calado (postpanamax), que requieren aguas profundas de al menos 15 metros, ya que transportan más de 13.000 contenedores de 20 pies. (los actuales soportan tan solo unos 350).

Lo del puerto va mas allá de las bravuconadas y amenazas de quienes por décadas no se han preocupado de solucionar problemas tan dramáticos de la ciudad, como  facilitar, en coordinación con el Estado, el trabajo de centenares de miles de trabajadores autónomos, los que son reprimidos; dotar de servicios básicos a los pobres, enfrentar la inseguridad ciudadana y el caos por el tráfico de tierras y negociados que a todo nivel se han dado y han aupado, engañando a la gente, por el clientelismo político, provocando el desarrollo urbano anárquico. No es tanto “el puerto” lo que les preocupa, es el interés electorero y la inquietud por dos frases importantísimas para la ciudad y su gente: la necesidad de “un nuevo modelo municipal”, socialmente incluyente, que garantice su desarrollo integral, no focalizado; y la propuesta de un “cambio generacional” para su administración municipal.

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