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El Telégrafo
Nancy Bravo de Ramsey

Crímenes de guerra de Israel en Palestina

05 de agosto de 2014

Hace muy pocos días, un canal de televisión extranjero difundió para el mundo las declaraciones de un periodista europeo que, destacado en Gaza para testimoniar lo que realmente sucedía en ese territorio, musitaba entre sollozos: “El infierno está aquí, en este lugar de Palestina”, mientras trataba de explicar las escenas de horror que lo habían impresionado hasta la angustia, luego de haber visto los cadáveres destrozados de varios pequeños que yacían junto a sus padres sin vida, en medio de los escombros de lo que fue su hogar. Y es que cuadros tan desgarradores como este se repiten en Gaza cada día, como resultado de los ataques israelitas aéreos y terrestres. Desde el inicio de las hostilidades el pasado 8 de julio, la cifra de palestinos muertos se aproxima a los 2.000, en su mayoría civiles, 8.100 heridos y 215.000 desplazados, que huyen del ‘infierno’ narrado por el periodista europeo. A su vez, en el lado de Israel, se cuentan 63 soldados fallecidos y 3 civiles.

Las comparaciones explican muchas cosas. Como que esto es el resultado del descarado genocidio que ante los ojos del mundo comete Israel por medio de 102.000 soldados que actualmente participan en sus operaciones de guerra, con buen número de ellos ya dentro  de la Franja de Gaza, invasión armada realizada desde días atrás. Para el logro de aquello, ha sido tal el consumo de municiones desde las filas israelitas, que Estados Unidos acaba de enviar a ese Gobierno armas por más de 1.000 millones de dólares, atendiendo en tiempo récord el pedido del Gobierno de Tel Aviv. Tales municiones comprenden las necesarias para lanzagranadas y piezas de mortero de 120 milímetros, igual a la artillería que el sábado 2 de agosto provocó la muerte de 19 personas en una escuela-refugio de Naciones Unidas en Gaza. Pero además, para ayudar en buena forma a su aliado, en estos días el Congreso estadounidense se encuentra considerando una ayuda de emergencia de $ 225 millones a Israel -la nación que ha invadido a Gaza-, para mantener la operatividad de misiles del sistema anticohetes, que ha permitido que en esta crisis armada solo hayan muerto tres civiles israelitas debido a la acción de los cohetes lanzados por Hamás.

Como se ve, estos 102.000 soldados que forman parte del Ejército israelí atacan sin descanso a los habitantes palestinos, sin hacer distingos entre objetivos militares y escuelas, mezquitas, hospitales, viviendas, que han sido destruidos en número mayor a 5.000, así como las obras de infraestructura, dejando sin los servicios básicos de agua potable y de energía eléctrica, y además sin medicinas ni alimentos a los habitantes de las devastadas poblaciones de Gaza. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, señaló en recientes declaraciones: “Mi Gobierno dará todos los pasos necesarios contra aquellos que llaman a nuestra destrucción y cometen actos de terrorismo contra nuestros ciudadanos”, en clara alusión a las actividades del grupo islamista palestino Hamás, organización radical que ha sido calificada por algunos analistas como la única que defiende los intereses de Palestina.

Mientras tanto, ante la sospecha del Ejército israelí de que Hamás podría haber capturado a uno de sus soldados, el teniente Hadar Goldin, de 23 años, la Casa Blanca protestó y John Kerry, el secretario de Estado de Estados Unidos, instó a Hamás a liberar al militar judío, “de manera incondicional e inmediata”, protesta a la que se sumó el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon. ¿Cómo se puede calificar a esta parcialización, tanto de los representantes de Estados Unidos como de la ONU? Sobre todo cuando se está cometiendo un abierto y descarado genocidio, cuando se están realizando -en hostilidades permanentes- gravísimos crímenes de guerra contra la población civil de toda una nación. Asesinatos a mansalva, con agravantes como premeditación y alevosía planificadas previamente, en contra de niños, de mujeres, de ancianos, de enfermos. Los países democráticos de América Latina deberían pronunciarse en conjunto rechazando tamaña atrocidad y exigiendo a la ONU que ponga un punto final a esta carnicería descarada. Que recurra a las sanciones económicas que posiblemente sea lo que más les dolería, tanto a Estados Unidos como a Israel.

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