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El Telégrafo

Creencias y diferencias sobre Estado y religión

09 de noviembre de 2013

Hay quienes creen que los pobres nunca desaparecerán porque lo son por vagos o limitados, pero que es posible disminuir su miseria, ayudándolos. Otros piensan que luchando por la igualdad y la justicia desaparecerá la miseria. Las creencias religiosas, siempre en manos de los poderosos, influyen en el campo político de las luchas dentro de cada Estado.

El islam busca que el Estado esté al servicio de la religión. Acá, por ventaja, se separó el Estado de la Iglesia desde la Revolución Liberal. Marco Carrión dice (“Estado y religión”, El Tiempo 28/08/13) que el filósofo español Fernando Savater pregona la tolerancia, pero no con aquellos intolerantes y fanáticos, y asegura que los fundamentalistas persiguen a los opositores considerándolos pecadores. La religión, que fija las normas de conducta individual (la moral), produce muchos intolerantes y fanáticos que esperan que el Estado responda exclusivamente a ella.

Otro periodista (Sebastián Vallejo, “Humanizando al Estado”, El Telégrafo 11/10/13) defiende el derecho de las mujeres sobre su cuerpo y sostiene que el resultado de una violación a una mujer no puede ser una doble carga. Dice que “como sociedad no podemos obligar a una mujer a llevar las consecuencias legales encima de las consecuencias sicológicas y físicas de una violación”, que “no puede el Estado obligar a una mujer a cargar con el producto de una agresión, de una ilegalidad. (…) Los abortos clandestinos siguen siendo una preocupación de salud pública”.

“El embarazo por violación es la más evidente y atroz de las violencias contra la mujer… está inserto en un sistema social de dominación de género”, manifiesta Mónica Mancero (“Todas somos idiotas”, El Telégrafo 29/10/13). Efectivamente, quienes contribuimos a propiciar la reflexión, sabemos que se trata de una lucha permanente contra antiguas creencias que provocan negaciones y rechazos, más emocionales que cognoscitivos.   

El terreno ideológico, alimentado por centurias mediante prédicas para el sometimiento y la resignación, se torna delicado, pues las creencias mueven los afectos y las emociones. Pero es menester cultivar la tolerancia, recíproca, sembrándola de modo constructivo. Y combatir la intolerancia, que lleva al fanatismo, la vanidad, la fatuidad, el maniqueísmo.

La vida no es solo biológica sino cultural y social. Se basa en la satisfacción de las necesidades humanas como derechos. El Estado debe cuidarla, integral e independientemente de la religión.

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