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El Telégrafo

Creencias y diferencias políticas

16 de noviembre de 2013

Hay quienes creen que a partir de la unión de las células germinativas se establece el alma, mientras otros piensan que la unión es una relación biológica y solo el desarrollo subjetivo y social, a partir del nacimiento, perfila lo humano individual, grupal y colectivo. Pero es obligación de todos preocuparse por la vida humana, comenzando por la de la madre, que la cuida, desde lo biológico, lo subjetivo familiar y cultural hasta lo social.

Un alto porcentaje de mujeres ecuatorianas (cerca del 80% según el Endemain, casi todas católicas) usa anticonceptivos (orales y de otro tipo), pese a las prohibiciones del Vaticano. Y cuando fallan estos métodos, muchas embarazadas recurren a servicios clandestinos inadecuados, o provocan por sí mismas, con altos riesgos, la suspensión de esos embarazos, a diferencia de los países o Estados, llamados desarrollados, en donde acuden a servicios públicos o privados que garantizan, legalmente, la calidad de esta atención.

“Si los hombres parieran el aborto sería ya legal en todo el mundo desde el principio de los siglos. Qué Papa, qué cardenal Benelli osaría ser censor de un derecho que pedirían sus entrañas. (No se consideraría que es exigido sin escrúpulos por mujeres culpables). Los guardianes del orden genital ajeno pagarán sin duda un raspado internacional a sus hijas descarriadas, mientras otras mujeres han de someterse a carniceros… ilegales”, escribe Rosa Montero (Crónica del desamor, Punto de lectura, Madrid 2010, Pág. 31). “Desde hace miles de años son los hombres quienes deciden cuándo violar a una mujer, y también ellos acaban decidiendo las penas a los violadores y si las mujeres violadas deben o no parir al hijo fruto de la violación”, anota Mónica Mancero en su artículo “Todas somos idiotas” (EL TELÉGRAFO 22/10/13) aludiendo en el título al término que era el único caso en que una mujer violada podía suspender su embarazo (en el antiguo código) y al cual se proponía (para el nuevo) modificarlo por “discapacitada”. “No se trata de penalizar una decisión extrema a partir de un acto violento, sino de mirar qué ocurre con la mujer que lo decide así, desde su soberanía”, asegura Orlando Pérez (EL TELÉGRAFO 20/10/13).

Las creencias deben ser respetadas, pero de lado y lado, no solamente desde el lado del poder que fija las normas de la moral individual, sino a partir de las normas colectivas y sociales que pertenecen al campo de la ética.

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