Publicidad

Ecuador, 28 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Creencias y diferencias históricas

26 de octubre de 2013

Cuando usted, estimado lector, visita las ruinas romanas o aquellas de las civilizaciones del Abya Yala (Nuestra América), es decir las incásicas, por ejemplo, constata que el Estado de dichos imperios, es decir la supraestructura del poder político, respaldado por el militar, el económico y el ideológico, se preocupaba por las obras destinadas al buen vivir de la población. Es decir que se propiciaba la construcción de caminos o viaductos para la movilización de personas y el comercio de productos y la comunicación, los acueductos para mejorar la agricultura y la alimentación, las termas para la higiene, la vivienda y otros servicios para la vida sexual y familiar, los enormes mercados para el intercambio, los auditorios, coliseos y explanadas para las reuniones multitudinarias. Todas estas obras estaban destinadas a la vida cotidiana y colectiva de toda la población. Infraestructura física indispensable para el buen vivir de sus gentes.

Cuando usted visita cualquier ciudad o pueblo andino, por pequeño y pobre que sea, encontrará decenas de iglesias urbanas y grandes capillas rurales. Todas con sus conventos adyacentes en donde no falta el buen alimento, la vestimenta limpia, el confort adecuado, los ambientes nítidos y suficientes, la riqueza, que contrasta con la miseria circundante de los pueblos.

Con la llegada del cristianismo, desde hace dos mil años, se suspendió la construcción de la infraestructura material colectiva, reemplazándola por la febril construcción de grandes templos y pequeñas iglesias, para la prédica de la sumisión y el cuidado del alma subjetiva en beneficio de Dios. No importaba que los pueblos no dispusieran de agua y alimentos, o de viviendas adecuadas, o de trabajo productivo. Las nuevas creencias, preocupadas por el cuidado del alma, para su salvación eterna, consideraron al cuerpo como la prisión del alma y prohibieron sus placeres juzgándolos fuentes de pecado, el pecado de la carne. La ideología de la Iglesia se alineó o puso al servicio del poder político, militar, económico, a cuyos actores nunca les faltarían los bienes materiales.

Históricamente las creencias hablaron de la igualdad de los seres humanos, pero en otra vida, la del más allá, y siempre hubo diferencias entre creyentes y no creyentes, entre las concepciones sobre la vida, su inicio, la muerte y el más allá, y la satisfacción de las necesidades humanas, hoy entendidas como derechos, en el aquí y ahora, con justicia y equidad.

Contenido externo patrocinado