Se han dado cifras sobre el crecimiento ecuatoriano durante el último año. Ha sido de un potente 8% anual; el impulso ha sido el precio del petróleo (que desde los lejanos tiempos de la OPEP dejó de ser el que convenía a las grandes potencias para pasar a ser determinado desde los países exportadores) y también la inversión pública, que desde economistas como Kaleki se ha señalado largamente que es un factor dinamizador esencial.
Valga la pena subrayarlo, porque los burócratas al servicio del neoliberalismo (y los funcionarios de los organismos internacionales de crédito, singularmente el FMI) son de aquellos que siempre coinciden con las políticas imperiales; seguramente en tiempos de la OPEP se opusieron a que esta organización “distorsionara” los “naturales” precios del petróleo como materia prima, así como ahora subrayan que la inversión pública sería gasto y no inversión, en tanto se oponen a la acción redistributiva del Estado. Creen que ella afecta negativamente a la buena mano invisible que habilitaría su Dios mercado.
Lo cierto es que el Ecuador puede enorgullecerse de su nivel de crecimiento en el último año; y seguramente que el mismo es fruto de políticas activas, no una casualidad ni una dádiva de vaya quién a saber. En el caso argentino, el 8% continuo de crecimiento anual que se ha registrado desde 2003 en adelante -con la excepción del año 2009 por la crisis internacional- muestra lo bienvenidas que son las políticas realizadas con intervención estatal, a la hora de mejorar la participación del mercado interno y las posibilidades de consumo de la población.
Pero lo principal es que esas políticas activas realizadas contra las decisiones macroeconómicas que aconseja el stablishment, han sido exitosas frente a las previas crisis que en nuestros pueblos latinoamericanos soportamos gracias a las recetas neoliberales. Las actuales oposiciones son -en muchos casos- las responsables de esas fracasadas recetas. Las mismas que se aplican como agravantes en los países europeos hoy, sus pobladores cada día con más dificultades y enfrentando ajustes más severos (desocupación, aumento en servicios y tarifas, flexibilización de las obligaciones laborales patronales).
Por el contrario, en los países latinoamericanos referidos la relación que se da es entre crecimiento y desarrollo. Se trata de crecer para que los sectores populares tengan más derechos, más acceso a salud y educación, mejores condiciones laborales, más inclusión en jubilaciones y servicios. Con lo cual el círculo virtuoso se hace mayor: en Argentina la Asignación por Hijos otorgada a las familias sin recursos ha ayudado a estas familias postergadas, y a la vez dinamizado el consumo como motor del crecimiento. Este tipo de medidas, entonces, no solo cubre irrenunciables derechos sociales largamente desatendidos, sino que, además, mejora las condiciones socioeconómicas estructurales de nuestros países.