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El Telégrafo

Corriendo en un laberinto

24 de enero de 2012

Un hombre no puede prever lo que acontecerá, porque el alcance de su visión es limitado y lo que haga está relacionado con las decisiones que tomen otros; por otro lado, nuestro camino no es una vía recta y asfaltada que podamos transitar con comodidad y seguridad, sino más bien un laberinto con miles de recovecos y opciones sobre un terreno lleno de piedras de todo tamaño que nos hacen tropezar; así pues, cada paso y cada giro que damos representan una incertidumbre.

Dios mira desde lo alto y conoce bien aquel camino que desde nuestra perspectiva no vemos; mas nosotros solo sabemos del presente y parte del pasado, ocupando el tiempo que nos ha sido dado, mientras nuestra envoltura carnal cambia desde una tierna figura infantil hasta la debilitada imagen senil. En la adultez, el  trabajo nos absorbe y despertamos cada día robándole un poco al sueño para correr de acá para allá tratando de cumplir con las responsabilidades asumidas, mientras adquirimos nuevos compromisos.

Pero el objetivo no es simplemente vivir y cumplir, sino acumular, pues somos acaparadores compulsivos para saciar nuestra sed de posesión y poder; por eso vivimos buscando más ocupaciones como si quisiéramos escapar de una realidad que, si nos detenemos, tendríamos que enfrentarla.

Huimos de la soledad, que es el monstruo que se agazapa en la oscuridad del laberinto; por eso corremos, tropezamos y nos arrastramos, aunque no sepamos dónde vamos, pues lo que importa es escapar de la soledad. Hoy buscamos el chat, los juegos virtuales, el Twitter y las redes sociales, como nuevas herramientas para huir del aburrimiento que trae la soledad, mientras  competimos para ganarle a otros, sin entender que lo que debemos hacer es mejorarnos a nosotros mismos para servir a los demás.

Hay personas con tanta carga sobre sus hombros, que apenas la pueden soportar, pero prefieren llevarla, porque si se las quitan, no encontrarían sentido a su vida. Desde el que recoge los desechos de la calle hasta el accionista de una empresa o el alto funcionario público, huyen diariamente del aburrimiento sumergiéndose en su trabajo; nadie quiere pensar en el día que le toque partir de este plano y rendir cuentas a Dios, pero, aun el “tesoro” de quien acumula conocimiento y ciencia se extinguirá con él. Por eso es frecuente ver que quienes trabajaron toda su vida en ciertas actividades, luego de su jubilación caen en la depresión, el alcoholismo y hasta el suicidio. Que Dios bendiga vuestra semana.

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