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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Correa en la Cumbre de Panamá

18 de abril de 2015

La presidenta argentina en su discurso ante la OEA reclamó de sus colegas la sinceridad necesaria a fin de que el foro permitiera que salgan a la luz puntos controversiales y que estos se discutan con  franqueza, a fin de encontrar las soluciones posibles. Pienso que tal objetivo fue alcanzado, por lo menos en el planteamiento de aquellos, aunque no se contara con la presencia del presidente Obama, que abandonó el recinto después de su intervención.

Entre los discursos memorables está el del presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien manifestó la congratulación por la presencia de Cuba, al tiempo que reclamó el fin del bloqueo y la devolución de la base de Guantánamo. Recordó la posición injerencista de la potencia del norte evidenciada en  intervenciones armadas en múltiples ocasiones, entre ellas en la sede de la Cumbre; o en la traición al TIAR, cuando en el conflicto por las Malvinas tomó partido por Inglaterra; o, recientemente, con el decreto acusatorio contra Venezuela. Tristemente la OEA se hizo merecedora del calificativo de ‘ministerio de colonias’ dado por Fidel.

Acudiendo a la historia, que enseña a evitar la reincidencia en errores -aunque así no lo piense Obama-, explicó las contradicciones de la propia Declaración de Independencia de los Estados Unidos, en la cual Jefferson reconocía la igualdad de todos los seres humanos, al tiempo que como propietario de esclavos los excluía, por lo que debieron transcurrir dos siglos para la abolición de la discriminación racial, que en la práctica se mantiene. Respecto del actual eslogan para justificar el intervencionismo -los derechos humanos y, entre ellos el de expresión, confundido con el de prensa-, del cual la Comisión de la OEA se proclama abanderada, precisó la calidad de los medios de comunicación regionales, de propiedad de las derechizadas élites y su papel en la desestabilización de los gobiernos progresistas.      

Correa puso el dedo en la llaga, de ahí la refutación inmediata de Obama, demostrando la diferencia de visiones, que refleja en buena medida las distancias conceptuales al respecto, entre el norte y el sur del continente. Dos de los puntos básicos fueron: la necesidad de un sistema latinoamericano de derechos humanos y que las funciones de la Comisión sean adoptadas por la Corte Interamericana con sede en Costa Rica, y, en segundo lugar, que los países integrantes de la Celac negocien como bloque con Estados Unidos y Canadá, aceptando su disímil realidad.

Igual contundencia tuvo su discurso en la Cumbre de los Pueblos, en la que mereció elogiosos comentarios, entre ellos del escritor cubano Miguel Barnet. En esta, en forma lúcida, reconoció que, más allá de la intención personal de Obama, en sus palabras se transparentó una visión tutelar, del superior al de menor condición, y que ello nunca más podía aceptarse en nuestros pueblos. Es deplorable que, una vez más, la prensa del Ecuador haya ignorado, minimizado o distorsionado la postura digna y soberana del presidente de la cual, como país, nos debemos sentir profundamente orgullosos. (O)

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