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El Telégrafo

Construyamos una sociedad igualitaria y sin prejuicios

24 de mayo de 2013

En las últimas semanas el Ecuador ha vivido varios episodios vinculados con el odio. El caso del pastor Zavala es el más visible y penoso. Quizá nadie esperaba que utilizara la plataforma que da una candidatura presidencial para generar un discurso homofóbico y retardatario.

Lo mismo que el caso del otro pastor, Eduardo Mora, con un discurso contra la cedulación de los homosexuales y contra los “idólatras” (sic) que solo promueven la exclusión y la intolerancia.    

Pero a estos dos discursos se ha sumado otro y, lo más grave, arrogándose la representación de todos los 14 millones de ecuatorianos.   A pretexto de la “unión de la familia” se intentó convocar a una marcha para “dizque” oponerse a los cambios que necesariamente deberán darse en la legislación ecuatoriana para ponerse al día con los nuevos tiempos que vive el mundo y el Ecuador. 

En buena hora, el fracaso de la marcha evidenció que en Ecuador es posible caminar hacia una sociedad contemporánea; incluyente, en la que se respeten los derechos reproductivos y sexuales, y se avance hacia una sociedad sin discriminación ni racismo.

La marcha intentó oponerse, incluso, a los avances científicos que permiten preservar los derechos reproductivos, como es la mal llamada pastilla del día después. Oponerse a ella cuando el Ecuador es uno de los países con más altos índices de embarazos adolescentes  no deseados es un crimen. Del mismo modo que lo es oponerse al uso del preservativo.

La Iglesia, la que viene desde el Vaticano, prohíbe de modo reiterado su uso, lo que ha generado no solo embarazos precoces que truncan los proyectos de vida de millones de adolescentes, sino  la expansión de enfermedades y, particularmente, del VIH, sobre todo en África. 

Así como ayer, la Iglesia (el papa Juan Pablo II) pidió perdón por “los errores y excesos cometidos a nombre de la Iglesia católica a lo largo de la historia”, no me cabe duda de que, más temprano que tarde, también deberá pedir perdón por este nuevo “error” al prohibir el uso del preservativo, llevando a una situación catastrófica, ya que, de acuerdo a la ONU, el 70% de infectados del mundo vive en África, es decir 21 millones.

Por ello, los cambios en las leyes deben darse. Ya es hora de eliminar todos los rezagos de la sociedad patriarcal. Incluso debe procederse a la legalización del matrimonio gay, como ya se está dando en otros países de nuestro continente.  No podemos negar una realidad. Con ley o sin ley las uniones son un hecho.  Hace rato que el concepto de familia también empezó a cambiar y es hora de entenderlo y asumirlo.  

No sigamos  viviendo en la hipocresía y, más bien, liberémonos de taras y prejuicios para construir una sociedad igualitaria y soberana, y en la que se puedan ejercer a plenitud todos los derechos.

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