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El Telégrafo

Consolidar y radicalizar

18 de febrero de 2013

Para este día ya sabremos quién es quién en términos electorales, pero más allá de este tiempo de propuestas, en su mayoría vacuas, urge consolidar lo alcanzado a partir de entender de que aún todo es reversible. Y para alcanzarlo es urgente revisar los procedimientos, procesos, fines y objetivos, además del conjunto de técnicos a cargo de programas y proyectos. El tema agrario es, quizás, uno de los pilares que requieren mayor dinamismo y una profunda visión a mediano y largo plazo.

Sin dramatismos, podemos decir que, si el mundo agrario en el Ecuador no cambia, todo lo alcanzado puede tambalear o no consolidarse, ya que en la estructura agraria histórica se conjuga un sistema perverso de opresiones que se reflejan en el sistema político, en la cultura política aún dominante.

El mundo agrario ha sido un mundo en disputa entre pequeños, medianos campesinos-indígenas y las grandes corporaciones agroindustriales. Es claro y evidente que hay que desconcentrar la propiedad de la tierra, tanto en lo extensivo como en su calidad y que, sobre todo, los pequeños productores pueden sentirse objetivamente respaldados por el Estado, de tal manera que la economía popular y solidaria se convierta en la pieza clave de un Estado popular versus el Estado burgués actual. Incluso, algún día, entren a discusión seria, a todo nivel, los límites del modelo republicano frente a la necesidad de avanzar en la construcción de un Estado plurinacional e intercultural que va más allá de la consagración en la Carta Constitucional.

Mantener activo el Poder Constituyente es fácil en las palabras que en las acciones de movilización y en el juego electoral, más aún, en un país donde las movilizaciones políticas están condicionadas al ciclo económico, tradicionalmente. También la consolidación de lo alcanzado requerirá una emergente clase media, incluso en diseñar una nueva, porque la clase media histórica, en su gran parte, se encuentra anquilosada en un perverso moralismo frente al pragmatismo que urge en estos tiempos. El Ecuador debe reinventarse en su totalidad.

Los resultados de la consolidación los veremos a fines de esta década, mientras tanto la radicalización se logrará con una mayor politización de todos los ámbitos de la vida. Aún el grado de politización es exiguo y tambaleante. Basta ver algunos sectores de clase media urbana y rural; una vez que alcanzan cierto grado de bienestar, desaceleran sus demandas y se estancan en juzgamientos morales que reflejan la fuerte cultura estamentaria aún reinante.

Urge mayor grado de movilidad social a todo nivel, si es que se quiere un cambio estructural; que por cierto a esa izquierda burocrática -que de boca para afuera declara su oposición a la propiedad privada mientras acumula capital, bienes y prestigio- no le conviene lo alcanzado porque le exige una renovación ideológica substancial, si quiere sobrevivir. No hay que temerle a la confrontación política, solo así se pondrá fin a la política racista del sometimiento.

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