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El Telégrafo

Con licencia para asesinar

28 de diciembre de 2012

En plena guerra fría sin importarles la extrapolación cínica de abandonar la ética fundamental de la humanidad por nefastos intereses imperiales, grandes corporaciones produjeron varios filmes sesgados con un protagonista sustancial -abstraído de   relatos  de ficción y espionaje- que era considerado un miembro de servicio secreto inglés: el conocido e inefable agente 007, el mismo que, entre otros grandes privilegios, tenía “licencia para matar” a quien se le pusiera enfrente. Aunque lo quimérico  en nuestro tiempo aparece disminuido, muchas veces, en contraposición con la riquísima ficción de la interacción cotidiana, está claro que esta forma de manifestación “cultural” correspondiente a ese tipo de películas, en aquellos  tiempos y también en los actuales en buena medida, son espejos de unos cuantos hechos criminosos en los que la sociedad contemporánea se debate día a día.

Los nuevos y pertinaces criminales con “licencia para asesinar” se regodean matando a inocentes: niños, mujeres y hombres siempre indefensos, las masacres convertidas en una expresión de dolor social del gran país del norte, que solo en el presente año que culmina han llegado a cifras escalofriantes y, en paralelo, la infinidad de dramas truculentos con que la industria cinematográfica norteamericana durante más de medio siglo castiga al mundo, cual viento huracanado, seguirá cosechando mucho dinero, pero de igual manera tempestades trágicas.

La última matanza de Connecticut nos sume en la tristeza y la desolación. Los tiempos son de horror, por su alevosía y crueldad. Los veinte niños cuyas vidas fueron arrebatadas inútilmente y con sujeción a las formas de  barbaries más espeluznantes  claman justicia y expiación. Mientras la emoción alucinante de portar armas embriaga con su retórica a buena parte de los habitantes de USA, el simbolismo macabro de los “amigos del rifle” sustenta que los fanáticos, en su recurrente necesidad de portar armas, paseen con absoluta desfachatez por calles y ciudades las más agresivas  actitudes y permite pensar que la tierra de las libertades retorna al medievo.

No obstante estos trágicos acontecimientos, el establishment político de Washington quiere imponer a América Latina una “carta de conducta”, mediante la cual se establece cuáles deben ser los países con los que debemos relacionarnos, comerciar, o inclusive cuáles pueden ser nuestros amigos y a los que podemos recibir en nuestra pacífica tierra. Es evidente que la soberanía de la “Patria Grande” puede ser hecha añicos por el proyecto de “Ley para contrarrestar a Irán en el Hemisferio Occidental” aprobado por una mayoría aplastante en el Congreso de la Unión y que espera la sanción presidencial pertinente, mas, estoy seguro de que recibirá la respuesta valiente y altiva de todo el continente, desde el río Bravo a la Patagonia.

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