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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Con Gaza, sin reticencias

15 de julio de 2014

@mazzuele

En un artículo sobre la recrudescencia del conflicto israelí-palestino, aparecido hace pocos días en la edición online de un semanario estadounidense, aparece una imagen -la descripción de un momento- particularmente evocativa, la cual dibuja de forma muy acertada, aunque tal vez sin la intención de hacerlo, las desproporciones entre los dos bandos. Dice textualmente: “…durante la noche del sábado de bombardeo, los clientes de los cafés frente a la playa de Tel Aviv gritaron su aprobación al ver los misiles removidos desde el cielo”. El artículo se refiere a la capacidad del sistema de defensa ‘Iron Dome’, construido por los israelíes y cofinanciado por los norteamericanos, de interceptar y neutralizar a los misiles que el grupo Hamás lanza hacia Israel desde la Franja de Gaza. ¿No es suficientemente patente el abismo?

Aquí no estoy comparando el arsenal a disposición de los dos agentes enfrentados (también desigual), sino los climas opuestos que se viven a los dos lados de la barricada, a pocos centenares de kilómetros. Por un lado, los que pueden aún entrar a bares y gozar de la amenidad de un sábado por la noche, asombrarse y exaltarse por los progresos técnicos de los cuales disponen y que velan por su integridad entre un trago y el otro, mientras por el otro lado, una masacre desenfrenada, una carnicería sin nombre: rostros amarillentos de niños sin culpa arrancados de la vida demasiado temprano, cuerpos despedazados de jóvenes árabes, mujeres piadosas en lágrimas, edificios derrumbados, carreteras agujereadas. Esto, en la más grande prisión a cielo abierto que exista en la faz de la Tierra, incluso en los tiempos de relativa tranquilidad: un territorio, el de Gaza, con una densidad poblacional altísima, y aislado del resto del mundo por el cerco creado por Israel, siempre expuesto a las incursiones y a los arbitrios del ejército sionista.

Frente a la enésima masacre, los líderes y los medios de comunicación occidentales han jugado sucio, de nuevo: las imágenes más crudas no son circuladas, y el énfasis, la responsabilidad recae únicamente sobre Hamás, el cual, eso hay que decirlo claro, no está exento de culpas, y graves. Israel, en cambio, es la agredida, la que está en derecho de defenderse, mientras genéricas palabras de compasión son expresadas hacia las víctimas palestinas: es el festival de la hipocresía, donde todos saben lo que acontece, conocen a la perfección la crueldad y la vejación de Israel, pero prefieren no dañar sus relaciones con los poderosos del mundo. Como cada vez, se deben amontonar algunos centenares de cadáveres antes que los mismos EE.UU. adviertan que ya es hora de parar, y por ahora ‘solamente’ llevamos casi 200. El aspecto más trágico, sin embargo, es que lo que los israelíes llaman operación es la condición para la sucesiva: son décadas ya que Israel adopta el instrumento de la fuerza, y ya sabemos con cuáles resultados.

Los pueblos del mundo van entendiendo estas mentiras y con valentía empiezan a reconocer el Estado de Palestina, y el genocidio perpetrado por Israel. Ante la brutalidad sionista, es menester expandir la solidaridad, regar la verdad de lo que pasa en Palestina, boicotear a Israel y sus productos, sin caer en el burdo antisemitismo. Hay que estar con Gaza, sin reticencias.

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