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El Telégrafo

Con Francisco habría cambios en la Iglesia

30 de julio de 2013

Con su nombre de ungido inspirado en el hermano de Asís, el primer Papa latinoamericano promete y exige importantes cambios en la Iglesia católica. Y esta renovación es en verdad necesaria, imprescindible, cuando miles de feligreses han abandonado las iglesias tradicionales para desviar sus pasos hacia otros templos, propios de nuevas manifestaciones religiosas. ¿Por qué razón los antiguos feligreses se han alejado del catolicismo para emprender extraños rumbos? ¿Quizás por la indiferencia de sacerdotes y obispos frente al dolor de los más débiles y de aquellos que sufren injusticia? ¿O tal vez por la parcialización de los representantes de la Iglesia hacia el lado de los poderosos? De seguro que el argentino Jorge Mario Bergoglio, conocido actualmente desde su ascenso al pontificado como el papa Francisco, sabe bien de estas razones. Tal es la firmeza con que se expresa y con la que exige, mediante un lenguaje directo y coloquial, cambios trascendentes en el comportamiento de sus ministros.

“Los obispos deben conducir el rebaño, que no es lo mismo que mandonear;  ser sencillos y austeros, hombres que no tengan sicología de príncipes...”En los diversos eventos que se cumplieron recientemente en diferentes ciudades de Brasil, durante la XXVIII Jornada de la Juventud desarrollada ante millones de feligreses -en un buen número peregrinos provenientes de 190 países-, quizás lo más importante ha sido el llamado de atención de Francisco a párrocos y obispos, instándolos a un cambio fundamental en su actitud frente a los pueblos. Dijo, entre otras cosas, con tono severo, que “los obispos deben conducir el rebaño, que no es lo mismo que mandonear”, y tienen que ser pastores cercanos a la gente, sencillos y austeros, “hombres que no tengan sicología de príncipes, que no sean ambiciosos”. Se nos viene a la mente un claro retrato de la conducta de algunos sacerdotes ecuatorianos, que el papa Francisco está decidido a cambiar por una actitud más humana, sencilla y comprensiva.

Este pontífice de 76 años, que desde ya ofrece entregarle a la humanidad una Iglesia católica renovada, fundamentalmente en la actitud de sus representantes y en la relación con sus feligreses, expresó en su discurso ante el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), formado por 45 obispos de América Latina, con quienes se reunió en Río de Janeiro poco antes de regresar a Roma, “los prelados deben ser pastores cercanos a la gente, padres y hermanos con mucha mansedumbre, pacientes y misericordiosos, hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior, como la libertad ante el Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida”.

“Tienen que ser hombres que no tengan sicología de príncipes, que no sean ambiciosos, que sean capaces de estar velando sobre el rebaño que les ha sido confiado y cuidando todo aquello que lo mantiene unido: vigilar sobre su pueblo con atención sobre los eventuales peligros que lo amenacen, pero sobre todo para cuidar la esperanza”, dijo Francisco con mucha perspicacia, dejando entrever su profundo conocimiento del espíritu y la conducta de muchos de sus obispos y de algunos de los párrocos de la Iglesia. Frente a esta muestra de sinceridad hecha pública, con energía  y sin ambages, sobre algo que ya lo conocíamos pero que no lo manifestábamos en público, el Papa nuestro, por ser latinoamericano, deja expectante al mundo acerca de las posibilidades de un gran cambio dentro de la Iglesia católica, para bien de la humanidad y de su feligresía. Esto, bajo las bases de los sabios postulados expresados por Francisco, que deberían ser observados y practicados también por los padres y madres de familia, y por todos los seres de la humanidad.

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