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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Con alegría y fe

09 de abril de 2014

Dicen que quien a los veinte años no es revolucionario no tiene corazón, y quien a los cuarenta sigue siéndolo no tiene cabeza. En estos días, Irfeyal (Instituto Radiofónico de Fe y Alegría) ha cumplido cuatro décadas, y si ha llegado a ellas es porque ha tenido cabeza, y también corazón.

La vida me regaló la oportunidad de conocer de cerca el trabajo de Irfeyal en aquella edad en que el corazón nos lleva a ser revolucionarios, aunque sea un poquito. Entre micrófonos, textos colegiales, microprogramas, entrevistas, enlatados radiofónicos, platos para los antiguos discos de acetato, casetes y consolas de grabación pude aprender, aparte de la magia de la producción radiofónica, lo que es un trabajo social más allá del simple asistencialismo, en donde siempre se diferencia al benefactor de los beneficiarios. Con un gran amor por quienes más lo necesitan, pero también con una buena dosis de respeto y humildad, Irfeyal atacó al toro por los cuernos y se ocupó, no de tranquilizar la conciencia de los que tienen más con donaciones y regalos eventuales, sino de abordar el problema de la desigualdad por uno de los lados más efectivos: la educación integral de personas adultas.

En un país con tanta desigualdad como el nuestro, donde con frecuencia y por circunstancias de la vida muchas personas tuvieron que colaborar en la subsistencia familiar desde muy tempranas edades, dejando la oportunidad de estudiar para poder acceder a una vida mejor, Irfeyal se encargó de trabajar en la educación de personas adultas que, a su tiempo y por diversos motivos, no pudieron acceder a ella. Pero no llega solamente hasta ahí su gran labor. Irfeyal también se ha ocupado de algo que todo educador, en últimas, tendría que hacer: elevar el nivel de conciencia de aquellas personas a quienes educa, sí, pero también del resto de la gente y de la sociedad toda.

Irfeyal nos enseña cada día que, más allá de la caridad, el amor se manifiesta también en aquello que se ha convertido en un lugar común, pero que no deja de ser verdad: es mejor para todos enseñar a pescar antes que regalar el pez.

Durante cuarenta años, en Ecuador y últimamente también en una sede de ecuatorianos en Italia, muchas personas se han beneficiado de este espíritu emprendedor y generoso que comenzó como un recurso para ayudar a que la gente llegara a esa humilde primera meta de ‘terminar la primaria’ y que ahora cuenta incluso con un Instituto de Capacitación en Hotelería y Turismo.

No se puede hablar de Irfeyal sin mencionar el gran espíritu y la fortaleza de su director en Ecuador, el padre Pedro Niño. Enfrentando dificultades, sorteando obstáculos, buscando apoyos más allá de la asistencia social y aprovechando también con sabiduría los tiempos de bonanza, se ha constituido en la columna vertebral de este maravilloso proyecto que hoy por hoy, entra en una madurez efectiva y digna. Para él y su equipo, en este cuadragésimo aniversario, un abrazo que no solamente es felicitación, sino sobre todo cariño y gratitud.

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