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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

Comunión social

09 de julio de 2015

Vivimos todos los días abrumados por malas noticias. Son la manifestación de lo que acontece en el mundo: guerras, hambrunas, violencias y escándalos de corrupción, entre otros males sociales. Esto es lo que difunden las emisoras de radio, la televisión y los reportajes de los periódicos.

Y no digamos de la permanente provocación para alcanzar un mal llamado éxito en la vida, ser los primeros, estar en constante competencia con otros, ser ricos y tener poder.

Estas manifestaciones nos indican que estamos metidos de lleno en un sistema que se suele llamar mundano y que está regido por la avaricia de dinero, el afán de poder, el ansia de placer y el deseo de prestigio.

Con estos componentes, se ha creado una cultura liberal y desvirtuada en la que se produce un desenfreno que, en definitiva, conduce a unos a ‘desvivirse’ y a otros a un ‘mal vivir’. Se trata de una vida que responde a un cruel sistema económico y a una racionalización de todo. Es como un río que nos arrastra a todos, haciéndonos algunas caricias con sus frescas aguas y zarandeándonos de un lado para otro a su ritmo vertiginoso, llevándonos a su capricho, sin saber hacia dónde vamos.

¿Por qué no creamos una nueva sociedad? Lo que importa es que seamos un mundo de hermanos, donde el amor sea capaz de sustituir a la avaricia por el dinero, donde el servir a los demás destrone al afán de poder, donde el entregarse y dar el tiempo al que nos necesita suplante al hedonismo, donde la exaltación y la estima del otro vaya eliminando el deseo de prestigio que tenemos.

Así nacerá una sociedad alternativa que tenderá a asemejarse al modelo que nos propone el Evangelio y que llama ‘comunión social’.

Para ello, no esperemos que sean los famosos gobernantes, los distinguidos sabios, las élites económicas y los dirigentes religiosos los que nos lleven a esa meta. Para lograrla debemos implicarnos todos.

El punto de partida de lo grande es siempre lo pequeño, y por eso se trata de sembrar semillas de una nueva humanidad en nuestras familias.

Como bien lo dijo, el papa Francisco, en la misa del Parque Samanes: “En familia se aprende a ser servidores y a no descartar a nadie; se aprende a pedir permiso sin avasallar y a decir gracias como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos; a dominar la agresividad y a pedir perdón cuando hacemos algún daño o nos peleamos”.

Todos podemos poner un poco de dignidad en cada rincón donde nos desenvolvemos en nuestra vida. Todos podemos ofrecer un gesto de acercamiento y de amistad al que vive en soledad. Todos podemos ofrecer una sonrisa acogedora a quien se siente agobiado por los problemas.

Todos podemos perdonar las ofensas que nos infligen los demás. Todos podemos compartir nuestros bienes con los pobres.

Cabe recordar otra frase que el Papa proclamó: “El mejor vino está por venir, para quien se arriesga a amar”.

Son todas pequeñas semillas de esa nueva comunión social que queremos alcanzar y que cada uno puede sembrar todos los días. (O)

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