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El Telégrafo

Comunicación y profesionalización

11 de febrero de 2012

Es claro que la Constitución garantiza el que todos los hombres y mujeres puedan ejercer la comunicación de forma libre. Y esto significa en todos los ámbitos de la vida social, por tanto, en los medios de información y comunicación, sean públicos o privados. Ahora, ese que es un derecho no se sustenta como tal en que la Constitución lo garantice, sino que es lo que nos hace, precisamente, seres humanos. La comunicación nos ha hecho a los seres humanos personas que requerimos socializarnos para poder existir en comunidad. Sin embargo, la profesionalización de la comunicación como actividad moderna no pasa por la premisa de la generalización de que todos somos seres de comunicación.

La comunicación como profesión exige, como cualquier otra profesión, un proceso formativo, académico, de aprendizaje respecto a una serie de contenidos acerca de la historia, teorías, metodologías, técnicas, etc., que permiten al profesional de la comunicación desarrollar habilidades y destrezas en el campo de la comunicación social. Entonces, nos encontramos en dos planos al hablar de comunicación: uno, el del acto humano substancial a toda persona; y dos, el campo del ejercicio profesional de quienes median el proceso de información dirigido a extensas poblaciones de la sociedad  donde los medios de comunicación e información son de tipo masivo. Precisamente, el carácter de masivo hace que se exija de los involucrados un proceso formativo académico que mínimo es de cuatro a cinco años, a nivel de pregrado y otros dos a nivel de posgrado.

Este proceso de aprendizaje es vital para que quienes aspiran a ser comunicadores sociales/periodistas desarrollen una capacidad de crítica, argumentación, sensibilización y reflexión en torno a las problemáticas de todo tipo de la sociedad, donde ejerzan la profesión. Más aún en un país como el nuestro, donde la comunicación masiva se la ha privatizado, pretender en la propuesta de Ley de Comunicación no exigir la profesionalización deja abierta la posibilidad de que aquel pueda acceder a medios de comunicación masiva, sin el debido aprendizaje profesional, sea como empleado o dueño, a decir, afirmar, comentar, analizar, etc., sin los debidos procedimientos rigurosos que se exigen en el campo de la comunicación y la comunicología.

Peligro que alimentará el convertir o profundizar los medios de comunicación en palestras, púlpitos desde los cuales se diga cualquier cosa, como ha ocurrido a lo largo de la historia comunicacional masiva del Ecuador. Ser comunicador social no es tomar un breve curso de locución, una cara bonita, leer un teleprompter o escribir con ligereza de argumentos  y sin criterios, ni experiencia investigativa.

Preguntémonos, por ejemplo, ¿por qué tenemos una programación televisiva mediocre, racista, machista y con cero propuesta investigativa? La profesionalización debe ser una exigencia inevitable. Ahora se podría dar un plazo para que quienes no la han alcanzado, la obtengan seriamente en universidad con alta calidad académica.

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