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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Comunicación política para PAIS

04 de mayo de 2014

El movimiento PAIS vive su momento más autocrítico. Los resultados electorales revelaron algunos problemas. Y Rafael Correa los explicó en detalle en la IV Convención. De hecho, fue duro, ácido y contundente. De su voz surgieron frases que pocos usaban en público y algunos ya las señalaban en voz baja. Y la que más repitió: “No hay comunicación política”.

¿Cómo se entiende a un movimiento político sin comunicación política? ¿Eso depende solo de una estrategia o de una conducta implícita? ¿Y entonces cómo se ganaron todas las elecciones pasadas sin una eficiente comunicación de esa índole?

PAIS inauguró una etapa política para enterrar a la partidocracia e inaugurar el socialismo del Buen Vivir. Parece que esa fuerza inicial se fue diluyendo en las nuevas generaciones electoras y también en algunos segmentos políticos de la población. Por lo mismo, Correa tiene razón cuando dice que no se supo leer el momento político de hoy, que no es para nada el de 2006. Y eso pasa por el reconocimiento que hace el mismo Correa: “Somos víctimas de nuestro éxito”. Parte de ese éxito estuvo en una comunicación política cuyos ejes centrales fueron cambiar la conducta ética de los actores políticos, y por eso funcionó ese mensaje sin mayores explicaciones o elaboraciones. Era -y sigue siendo- un mensaje poderoso para una sociedad que exige transformaciones en todos los niveles.

En términos generales, la comunicación política pasa por entender la realidad del momento y elaborar los mensajes correspondientes. Por lo mismo, hay que reconocer que todavía la iniciativa está de lado de PAIS, pero no con la misma fuerza e intensidad. De ahí que la crítica de Correa, junto con los análisis de grupos y colectivos afines a la Revolución Ciudadana, obliga a un debate de fondo sobre lo que se entiende como comunicación política para la transformación de la sociedad.

Se ha dicho: “Menos marketing, más política” y “Más acción y menos publicidad”. Y todo eso conlleva una sola estrategia: politizar la acción política para concienciar a la sociedad de la necesidad de los cambios, el compromiso de una militancia por fuera de la búsqueda de cargos públicos, sacarse el neoliberal que todos llevamos dentro y explotar a fondo al revolucionario que requiere el país. Se ha dicho también: “Necesitamos más militantes, pero menos escoltas y guardaespaldas” y “Ciudadanizar la revolución y revolucionar a la ciudadanía”.

Y a todo eso tiene que recurrir la comunicación política de la organización que generó la mayor movilización social para la construcción de la Constitución de Montecristi y los triunfos electorales desde 2007 hasta 2013. Pero sobre todo esa comunicación debe entender que la mayor política han sido las políticas públicas y PAIS no ha sabido cosecharlas a favor de un consenso y apoyo popular que garantice la continuidad del proyecto en todos los espacios, como debió ocurrir en las elecciones locales de febrero pasado.

Pero al mismo tiempo también pasa porque esa comunicación política sea ejercida por militantes y funcionarios. No cabe una burocracia indolente con los ciudadanos y tampoco militantes que por no conseguir cargo o sueldo se alejan del proyecto, como si fuese un asunto de empleo.

Incluso, no se reduce a la reelección del Primer Mandatario (que bien ganado tiene ese derecho por hacer de la comunicación política su mejor herramienta de lucha). Sobrepasa esa posibilidad y se debe asentar en la construcción de imaginarios y símbolos en la gente, en plena disputa con la derecha, que sí sabe de marketing y negocios como sinónimo de acción y gestión políticas.

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