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El Telégrafo
Nancy Bravo de Ramsey

¡Compórtese, Israel! (2)

22 de julio de 2014

Luego de que Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, convocó a 48.000 soldados para invadir por tierra la Franja de Gaza -pequeño territorio palestino de tan solo 35 kilómetros de largo por 10 de ancho, en donde deambulan su pobreza cerca de 2 millones de habitantes- y después de su orden final de invadir poblaciones y campos de aquellas tierras, esas fuerzas militares se sumaron a los 30.000 hombres que durante las últimas dos semanas han atacado permanentemente a Palestina por aire y por mar.

En consecuencia, son 70.000 militares que han invadido aquellas tierras, unos formando parte de la caballería, otros a bordo de impresionantes tanques de guerra fuertemente armados y finalmente algunos miles como miembros de la infantería, en lo que podría ser el más grave conflicto israelí-palestino de los cinco que ha habido hasta la fecha. Hecho fatal para la población de Gaza, sin refugios antiaéreos y sin armamento para defenderse.  Esto constituye un constante genocidio a la vista del mundo que hasta el momento suma más de 300 fallecidos, miles de heridos, algunos de gravedad, y cerca de 20.000 gazatíes emigrados de su tierra, en busca de un poco de seguridad.

¿Es que acaso Israel está decidido a llevar a cabo una masacre en la que, como ahora, morirían niños, mujeres, ancianos, enfermos y, en general, toda la población civil, devastando un país entero y destruyendo su infraestructura, así como sus riquezas históricas, culturales y religiosas? ¿Es que tal vez Israel anhela desaparecer de la faz del mundo a toda una nación para luego disponer de su tierra, de su estratégica posición geográfica en el Oriente Medio y de sus riquezas naturales? Esto significa un horrendo genocidio que el resto de la humanidad rechaza.

Por su parte, el movimiento islamista Hamás explica su intervención en esta confrontación bélica, a causa de la muerte de 7 palestinos originada por la acción de un dron -avión no tripulado-, que Israel envió a tierras de la Franja de Gaza para asesinar a su población sin que los soldados judíos corrieran ningún riesgo. Pero volvamos a los antecedentes. Los afanes de Israel por asegurar su asentamiento en tierras palestinas y acrecentar sus territorios, se hicieron evidentes, no solo en esos lares, sino -además- en países vecinos, al alterar sus fronteras ocupando amplias zonas de Siria y el Sur de Líbano. Fue así que durante la década de los años 20, mientras duplicaron en siete años la población judía en Palestina con elementos provenientes de diversas naciones del mundo en donde se encontraban desde los días de la Diáspora, compraron tierras en suelo palestino y construyeron casas, escuelas y hospitales en esos territorios.

Hasta que con el apoyo de Harry S. Truman, presidente de Estados Unidos, el 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas dio paso al Plan de Partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, divididos en tres porciones: una dedicada a los árabes, que hacía el 46% del territorio, con 11.500 km²; el 54% para Israel, con 14.100 km²; y Jerusalén y su área circundante conformarían un corpus separatum de 700 km² bajo la administración del Consejo de Administración Fiduciaria de las Naciones Unidas.

¿Pero esta podría haber sido la solución a tan grave problema? El sentido común nos dice que la fórmula de partición de un Estado propició su invasión precisamente a los enemigos de sus pobladores y, por tanto, significa una decisión llevada con demasiada ligereza, lo que dio lugar a la reacción natural de los países árabes, entre ellos Palestina, que vieron cercenada su heredad. En consecuencia, y en razón de la falta absoluta de sensatez por parte de quienes dominan el mundo y dieron órdenes irrazonables, ellos están en la obligación de intervenir en busca de la retirada de las fuerzas invasoras de Gaza, y de una paz auténtica y definitiva.

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