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El Telégrafo
Nancy Bravo de Ramsey

¡Compórtese, Israel! (1)

15 de julio de 2014

El doloroso conflicto árabe-israelí que parece eterno, viene desde tiempos bíblicos, cuando dos tribus parientes muy cercanas de sangre, con una raza común para ambos grupos y oriundos de un mismo lugar, con el paso de los acontecimientos terminaron convertidos en dos de los más feroces enemigos, incluyendo a sus descendientes, los israelitas y los palestinos. Así las cosas, Israel, que invierte en armamentismo el 22% de su PNB, se ha visto envuelto en una infinidad de guerras: la de 1948, la de Suez, la de los 6 Días, la llamada Guerra de Desgaste, la de Yom Kipur, la de Líbano, el Conflicto en la Franja de Gaza de 2008 a 2009, la Operación Pilar Defensivo, en 2012, con un costo del conflicto en Oriente Medio calculado en 12 billones de dólares, entre 1991 y 2010, correspondiéndole a Israel 1 billón de dólares, mientras que a Irak y a Arabia Saudita, el 2,2 y 4,5 billones, respectivamente. A su vez, el costo en vidas humanas se calcula que asciende a 51.000 muertos, esto es 35.000 árabes y 16.000 judíos, desde 1950 hasta 2007. Y 92.000 fallecidos -74.000 militares y 18.000 civiles- entre 1945 y 1995.

Actualmente, Israel vuelve a protagonizar otro período de guerra con Palestina, afectando severamente los derechos de toda índole de esta nación. El origen del conflicto presente parte del posible asesinato de 3 jóvenes israelíes desaparecidos en Cisjordania, inconcebible acción que aún no se esclarece y continúa investigándose, a lo que se sumó la reacción de Palestina al conocer el secuestro y asesinato del adolescente de esa nacionalidad, Mohamed Abu Khdeir, quien fue quemado por israelitas estando aún con vida después de haber sido torturado cruelmente, según testigos, quienes aseguran que fue golpeado en forma inmisericorde y obligado a beber gasolina antes de morir. Crímenes de esta naturaleza que rechaza la humanidad, solo pueden ser ejecutados por mentes enfermas de guerra.

¡Por Dios, Israel, compórtese! Respete a la humanidad entera que también vive en este planeta. La Tierra no es solo de ustedes, y por conflictos armados sin tregua se contamina gravemente la naturaleza. En esta guerra presente se sabe de 160 muertos y 1.100 heridos en tan pocos días de confrontaciones por el permanente bombardeo a poblaciones palestinas, que no disponen de refugios antiaéreos donde protegerse, ni de tanto armamento moderno, como ustedes sí lo tienen. Acójanse a una convivencia de paz y de respeto a quienes defienden su tierra, en la que siempre han vivido.

A lo largo de varios siglos, el pueblo judío vivió errante, separado en diferentes países del mundo, en lo que se conoce como la Diáspora. Tenían necesidad de conformar un Estado independiente, que los liberara de la difícil convivencia con poblaciones -sobre todo europeas- con las cuales tenían malas relaciones. Y mientras crecía este afán de reunirse los israelitas en su propia patria y conformar una propia nación, amplios grupos de árabes poblaban Palestina, que por entonces era parte del Imperio otomano, que en 1914 decidió entrar en la Primera Guerra Mundial. Por entonces, el Gobierno británico buscaba alianzas que pudieran mejorar su posición en la guerra. Tomaron en cuenta entonces que los judíos les podían ser útiles colaborando a sostener el frente oriental. En consecuencia, el 2 de noviembre de 1917 se firmó la Declaración Balfour, mediante la cual el Reino Unido se manifestaba favorable a esos planes sionistas, de creación de un hogar nacional judío en Palestina, de tal manera que, cuando llegó la victoria sobre los otomanos, se dejó a Inglaterra con el control de Palestina en los siguientes 30 años, con el estatus de mandato de la recientemente creada Sociedad de Naciones, que más adelante se convirtió en la Organización de las Naciones Unidas.

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