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El Telégrafo

“¿Cómo será la patria?”

30 de mayo de 2013

Es la canción de Galo y Miguel Mora que con emoción interpretaron 32 Niños Cantores del Pueblo el pasado viernes en la toma de posesión del compañero Rafael Correa; mientras la hermosa adolescente María José Araujo  llevaba en sus manos la banda presidencial.  No era necesario nada más para demostrar al pueblo ecuatoriano los grandes cambios en estos últimos seis años.

Por mucho tiempo pedimos a nuestros gobernantes que nos entiendan. Somos diferentes en formas fundamentales. Nos gustan diferentes cosas; tenemos variados motivos, propósitos, objetivos, valores, necesidades; nos mueven diversas motivaciones, impulsos, urgencias. Nada es más básico que estas divergencias. Y en un pequeño país, tenemos diferentes dogmas: pensamos, reconocemos, conceptualizamos, percibimos, entendemos, comprendemos y reflexionamos en forma distinta. Y por supuesto, nuestra manera de actuar y emocionarnos está supeditada a nuestros deseos y  creencias que difieren radicalmente entre la gente.

La partidocracia consideró que estas diferencias nos hacía un pueblo loco, malo, estúpido o enfermo;  y tal vez, en el mejor de los casos, con algún tipo de defecto y aflicción que debía cambiarse. Y usando el  proyecto Pigmalión,  quisieron transformarnos en algo similar a ellos. Pero para nuestra felicidad, esto es imposible. La gente no puede cambiar su forma de ser, no importa cuánto y de qué manera se esfuercen en oprimirla. Lo que somos es inherente y está grabado de manera indeleble a nuestro espíritu. Sin embargo, los políticos lograron algún cambio en nuestro comportamiento, haciéndonos consumistas y que ignoremos la injusticia social; pero fue solamente una distorsión de nuestra verdadera forma. Quítenle a un león los colmillos y tendrán un león desdentado, mas no un gatito doméstico. Hemos vivido un grave peligro al convencernos de que la tecnología y el crecimiento del producto interno bruto resolverían todos nuestros problemas. Tal vez no estábamos seguros de las intenciones de Dios, pero confiábamos ciegamente en la ciencia. Y durante aquellos años de supuesta satisfacción, eran precisamente en los que se estaban fraguando nuestros actuales males, pero estaban encubiertos por una gran complacencia nacional.

La Revolución Ciudadana recupera nuestra forma original: rebelde y apasionada; nos hace vivir en verdadera democracia, donde la igualdad  de derechos y obligaciones se basa en el respeto a nuestras intrínsecas diferencias. Es tan rápido el paso de los acontecimientos que es necesario que encontremos un medio de mantener la vista fija en el mañana para poder mantenernos en contacto con el presente. A todos nos gustaría encontrar soluciones sencillas a las complejas amenazas que se ciernen sobre el futuro del Ecuador. No hay tal cosa. Buscando esta sencillez, no podemos caer  presos en el misticismo y de cualquier panacea que prometa una solución fácil.

“¿Cómo será la patria que construimos, con este sacrificio y esta esperanza?”. Es una pregunta a la que ya tenemos respuesta: realizar los cambios para optimizar los recursos. Hemos recuperado la esperanza. Hay un pasado que se fue para siempre, pero hay un futuro que todavía es nuestro. Ahora tenemos: “Patria, Revolución y Renacimiento”.

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