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El Telégrafo

Comida chatarra

12 de enero de 2014

Hay verdadera preocupación en las principales ciudades turísticas del mundo por la invasión de las transnacionales de comida chatarra que se ubican en los sitios más emblemáticos, como los centros históricos, produciendo una contaminación visual muy desagradable. Nadie quiere mostrar sus fotos con los brillantes colores de una hamburguesa en medio de edificios centenarios cargados de historia.

Sin embargo, sus precios bajos y baños limpios siempre son un aliciente a lo que sumamos la adicción chatarrera de muchos países emisores de turistas, especialmente los norteamericanos.

Por lo que, a más de contaminación visual, también van restándole espacios a la gastronomía local. Nosotros hemos sucumbido: papas fritas, hot dogs y hamburguesas han desplazado con fuerza a nuestras comidas típicas y son la debilidad de nuestros escolares que engordan peligrosamente.

En Uruguay les ha sido difícil. Ellos tienen su versión local similar a la hamburguesa, el ‘chivito’, que es pan con un buen filete de carne, rodajas de jamón, queso, tomate y una hoja de lechuga. Los uruguayos saben mucho de carne, de hecho, la exportan a países tan lejanos como Rusia. Por ley, su carne molida para uso humano no puede tener más del 15% de grasa, mezclarla más allá de ese porcentaje es un delito contra la salud pública. Entonces las franquicias de hamburguesas la tienen difícil ante el carnívoro paladar de los uruguayos fieles al ‘chivito’ y a los ‘panchos’, que es su versión propia del hot dog.

En nuestro país resulta indignante que estas mismas franquicias exijan importar grasa para mezclarla con la carne que ponen en sus hamburguesas, y que mientras en todo el planeta se prefiere y busca la carne sin grasa o magra, acá las franquicias se quejan de que nuestra carne es magra, que nuestra carne es demasiado buena para su comida chatarra, por lo que han sido autorizados para importar grasa y así bajar la calidad de nuestra carne para ponerla en sus hamburguesas y convertirlas en bombas calóricas.

El ser humano es lo que come, pero las transnacionales de la comida chatarra y su poderoso mercadeo nos imponen una dieta que literalmente enferma y mata, la dieta de burbujas, hamburguesa y gaseosa. Es hora de legislar, prohibir la importación de carne es un gran paso a la soberanía alimentaria, al fortalecimiento y tecnificación de nuestra agroindustria, a recuperar la comida local, crear más fuentes de empleo, mejorar la balanza de pagos y a entender que las franquicias no son un apoyo al fortalecimiento del turismo.

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