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El Telégrafo

Comercialización del Papa

05 de mayo de 2013

Un tsunami humano recorre las calles de Roma, en particular la Plaza de San Pedro. El alcalde de Roma, Giovanni Alemanno, reconoce  un récord de 33 millones de turistas desde 2008, con aumento de 13,13% desde la Pascua 2012. De ahí que resulte abrumador el ingreso a la Basílica de San Pedro teniendo que hacer largas y lentas colas bajo un sol abrasador, sin siquiera una fila para discapacitados y de tercera edad. Lo que el ingenio mercantilista ha resuelto. Circulan agentes de turismo, que se dicen acreditados por el Vaticano, que ofrecen evitar la cola por el equivalente a 32 dólares. “Skip de line” proclaman en inglés y en varios idiomas.

Para asistir a una audiencia con el Papa, que es gratuita, hay facilidades de privilegio para quien pague 42 dólares. “Este servicio garantiza la reserva de dichas entradas (¡con asiento!) para ver al papa Francisco I” dice la propaganda.

Y sobrevive una práctica que raya en simonía, la venta de bendiciones papales, antes con indulgencias para la hora de la muerte, ahora menos ostentosas. Las hay desde 20 dólares según el tamaño, con la foto del Papa que acredita que “Su Santidad Francisco imparte de corazón la implorada bendición apostólica a … y familia e invoca abundancia de gracias divinas”. Sigue en latín “Ex aedibus Vaticanis, die (el que corresponde al pago)”, firmado por el arzobispo Guido Pozzo, “eleemosynarius Apostolicus”, o sea el limosnero apostólico.

La figura fotogénica del papa Francisco adorna toda clase de mercancías que peregrinos y turistas con razón adquieren para llevar un recuerdo a sus parientes y amigos. Hay camisetas “I love Papa Francesco” con el logo que el genial diseñador  Milton Glaser hizo famosa a la ciudad de Nueva York. Hasta  un vendedor de helados en la Avenida de la Conciliación  vende conos  con un valor agregado, una galleta con la efigie del papa, al equivalente de 5 dólares.

Cuando salía por la puerta de Santa Ana, después de una visita frustrada a la biblioteca vaticana, para la cual se necesita cita previa y varios requisitos burocráticos, un desinhibido turista gringo ingresaba exclamando: “¡Qué palacio imperial el que han creado los católicos!”.

Con razón el papa Francisco ha preferido permanecer en la pensión Santa Marta, a 90 euros pensión completa, en vez de ocupar los apartamentos pontificios, que considera demasiado grandes para él. Esperamos mucho de su anuncio que “ha comenzado un camino de fraternidad, de amor y de confianza entre nosotros”. Poco a poco irá depurando la Iglesia de prácticas no tan santas.

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