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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Comentarios de un viajero

15 de mayo de 2014

Me pongo tenso, se me sube la presión arterial y funcionan mal todos mis sistemas vitales, lo que parece síntoma de una enfermedad catastrófica, pero no. Simplemente es la ansiedad previa a un viaje. Y soy un viajero infatigable.

Muchos de nosotros sentimos la misma angustia antes de emprender cualquier tipo de travesía; sean vacaciones, por trabajo, o cualquier otra razón. Y esta se agrava cuando es por vía aérea. Y no es simplemente el temor a viajar en avión, sino todo lo que esto implica.

Normalmente madrugar, especialmente en ciertas rutas desde nuestro país. Largas colas para todo. Aún con el adelanto de los sistemas virtuales y la tecnificación de las aerolíneas que ofrecen el prechequeo en línea; de cualquier manera los trámites de inmigración tienden a ser lentos y desesperantes, pues casi todos estamos con el tiempo justo.

El aeropuerto José Joaquín de Olmedo de Guayaquil ha mejorado muchísimo y sin ser tan espectacular como Schiphol de Amsterdam u O’Hare de Chicago, tiene su encanto.

Voy a hacer una odiosa comparación con el aeropuerto de San Salvador, hasta hace poco desconocido y poco frecuentado. Si miramos las amplias salas de recepción de nuestro aeropuerto, pues diríamos que el de San Salvador es un túnel. Y realmente lo es, pero de lado y lado está lleno de almacenes y con varios restaurantes que ofrecen  todo tipo de comida.

Recordemos que la República de El Salvador está también dolarizada, pero sus precios en el duty-free son más que razonables, lo cual es un atractivo para el turista y viajero.

En este país tropical, caluroso y húmedo, su aeropuerto tiene aire acondicionado que en todo lugar funciona agradablemente. No soy técnico en diseño aeroportuario, pero pienso que un aeropuerto ahorra más energía y tiene posibilidad de mantener la climatización correcta si el volumen y espacio son más reducidos.

Probablemente los grandes espacios de nuestro aeropuerto (y el de Tababela en Quito es igual, pero por su clima no necesita aire acondicionado) hacen que los equipos sean apagados durante el tiempo de menor congestión de viajeros, para suplicio del que tuvo la mala suerte de llegar o salir a esas horas.

Pero la diferencia lo hace el servicio en San Salvador. A pesar de no tener suficientes mangas para el número de aviones que usan sus instalaciones, los buses y pequeñas furgonetas cumplen un impecable trabajo. Y realmente hay personal que le ayuda al pasajero en todo momento y con una sonrisa.

Presumo que esa es la razón por la cual Avianca, la emblemática aerolínea colombiana de la ruana roja desde 1919, una de las más antiguas del hemisferio occidental, que es ahora una transnacional con la fusión con TACA que viene desde 1939 y la ecuatoriana AEROGAL, ha escogido San Salvador como su centro de operaciones.

Y no sé qué es primero, el huevo o la gallina: si los salvadoreños decidieron adoptar una cultura de servicio y atraer  al turismo, o Avianca les propuso hacer un cambio e invirtió en crear esa cultura de excelencia y atención a la gente. Eso es algo que tendremos que imitar.

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