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El Telégrafo

Colombia: violencia y paz

05 de septiembre de 2012

La apertura a un diálogo entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) es un reconocimiento de que la solución al conflicto interno debe venir desde el lado de la negociación política. Por una parte, todo posible diálogo de paz se chocó con el impedimento de las prácticas de las FARC. De otro lado, la política militar del ex presidente Álvaro Uribe -uno de los principales detractores de una negociación política- fue un fracaso total, porque partió también de una visión violenta para resolver los conflictos internos de su país.

El objetivo principal de la gestión de Uribe, que contó con el enorme apoyo militar de los Estados Unidos, fue aplicar la llamada política de seguridad democrática, que consistió en un plan para reforzar la fuerza pública y combatir la violencia. Uribe fue un presidente gris. A los ecuatorianos nos dejó el recuerdo de la alevosa incursión militar en Angostura durante su mandato.

El ex presidente de Colombia es hijo del hacendado antioqueño Alberto Uribe Sierra, quien fue asesinado a mediados de 1983. Según la información difundida en el libro Los jinetes de la cocaína, Alberto Uribe Sierra fue un reconocido narcotraficante. Su hijo, el ex presidente colombiano, les habría otorgado licencias aéreas a pilotos que trabajaban para el narcotráfico, cuando fue  director del Departamento de Aeronáutica Civil durante 1980-1982. Acusaciones similares fueron presentadas en el libro Biografía no autorizada de Álvaro Uribe (El señor de las sombras), publicado en 2002.

En dos períodos consecutivos, desde 2002 hasta el año 2010, Uribe ocupó la presidencia. Su gestión estuvo caracterizada por un insistente martilleo de duras operaciones militares, como único camino para derrotar a una de las guerrillas más antiguas del mundo: las FARC.

El conflicto colombiano es costoso para el Ecuador y las otras naciones limítrofes. El desplazamiento humano interno y los refugiados externos forman parte del crudo y violento escenario que desde hace muchos años tiene lugar en el país vecino. La convulsión y la inseguridad se han desbordado y salido de control. El tráfico de drogas y el lavado de activos son otros factores que agravan los problemas de vecindad con Colombia.

Sin embargo, el panorama político interno colombiano podría experimentar variaciones positivas. Su actual presidente, Juan Manuel Santos, ha manifestado voluntad y apertura para emprender el diálogo entre el Gobierno y las FARC, como una fórmula de esperanza para poner fin al conflicto armado. Apoyamos los diálogos de paz en Colombia. América Latina aguarda con expectativa y urgencia el sentido que debemos dar a esta nueva época.

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