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El Telégrafo

¿Colombia, en camino a la paz?

23 de octubre de 2012

Numerosos movimientos guerrilleros se han sucedido en Colombia, aun desde los primeros tiempos de la República. Y con ellos, múltiples guerras civiles han debido soportar nuestros vecinos, en un permanente estado de confrontación armada que durante varias generaciones no les ha permitido una existencia de paz. ¿Cuáles han sido las causas para el surgimiento de tales grupos insurgentes y el mantenimiento de un peligroso clima belicista? Investigadores hay que sostienen que la guerrilla colombiana es la respuesta popular a la represión y la violencia existentes durante largas décadas, sembradas por las ambiciones políticas de los más poderosos del partido conservador. En la carta de fundación de las FARC -Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-, creada en 1964, se señala como objetivo de la organización “acabar con las desigualdades sociales, políticas y económicas, la intervención militar y de capitales estadounidenses en Colombia mediante el establecimiento de un Estado marxista-leninista y bolivariano”.

¿Pero cuál fue el detonante que hizo estallar la etapa más dura y decisiva del proceso revolucionario en el país vecino? Sin duda que tiene una fecha determinada: 9 de abril de 1948, cuando en pleno mediodía de Bogotá fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán, el más alto dirigente del partido liberal que por aquellos tiempos, con su fogosa oratoria y sus valientes y frontales enunciados políticos de vanguardia, que propugnaban el principio “la tierra es de quienes la trabajan”, puso a temblar a los que detentaban el  poder, con Mario Ospina Pérez en la primera magistratura, y llamó a peligro la continuación del conservadorismo en la presidencia de la República de esa nación. Conocido como el Bogotazo, lo que sucedió a partir de aquel trágico suceso marcó un período de terror en la historia colombiana.

La década que siguió, conocida como de la Violencia, tuvo más de 200.000 víctimas y recrudeció las confrontaciones entre conservadores y liberales, presas permanentes de la violencia y la persecución. En diversos sectores del país se organizaron grupos de campesinos liberales que huyeron a las montañas escapando del acoso de los terratenientes quienes, junto con el Ejército, los empresarios y el mismo gobierno de Belisario Betancur, conformaron las fuerzas paramilitares a su servicio, encargados de aniquilar a los rebeldes, que  fueron formando así los primeros grupos de la guerrilla colombiana de la actualidad, entre ellos el Frente de Liberación Nacional, FLN, liderado por el sacerdote Camilo Torres, muerto en su primer combate, el 15 de febrero de 1966.

En la sucesión de los diferentes grupos insurgentes de Colombia, es el cuerpo guerrillero de las FARC el que ha sobrevivido hasta hoy. Es la fuerza armada que en un tiempo llegó a albergar a 50.000 hombres, que así como otras organizaciones de revolucionarios ha conformado las llamadas “repúblicas” a cuyo territorio  se hace difícil ingresar, aun al mismo Ejército. Y son las FARC las que actualmente buscan poner fin a cinco décadas de conflicto en Colombia.   Con la participación de Noruega, Cuba, Venezuela y Chile, los representantes del Gobierno de Colombia y el jefe de las FARC, Luciano Marín  Arango, conocido como Iván Márquez, dieron comienzo en Oslo a los diálogos de paz. A partir del 15 de noviembre se volverán a reunir esta vez en La Habana, a fin de analizar los cinco puntos de la agenda: el desarrollo agrario integral, la participación política de las FARC, el fin del conflicto, el narcotráfico y lo relativo a las víctimas.

¿Vientos de paz por fin llegarán hasta Colombia, tan castigada durante medio siglo por las guerras internas? Esperamos que así sea. Esto cambiaría la vida de nuestros vecinos en diferentes aspectos: en el económico, pues ya no se gastaría tanto en  armamentismo, volverían a ser cultivados los 8 millones de hectáreas de tierras arrebatadas a los campesinos a sangre y fuego, podrían reunirse los miles de familias de los sectores rurales que ahora se encuentran divididas, disminuiría la emigración colombiana, terminaría el peligro de las fumigaciones de nuestro territorio limítrofe con Colombia y finalizarían las escaramuzas militares y guerrilleras provenientes de ese país y, finalmente, se impulsaría el desarrollo económico y social de Colombia.

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