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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Ciudadanos ‘catatónicos’ y ‘paralíticos’, según el director de la Aedep

12 de junio de 2014

Allá por los 80 y 90 los ecuatorianos vivíamos la plenitud de la democracia: había absoluta libertad de expresión y la economía funcionaba alrededor de los intereses populares. Ahora es todo lo contrario: “tenemos una sociedad catatónica y paralizada”. ¿No hay movilidad social? ¿Todo se ha detenido al punto que esa parálisis impide que los gremios de periodistas y sus patronales se expresen, discutan y hasta polemicen con el poder político vigente?

Ese sería el diagnóstico del director ejecutivo del gremio de los periódicos privados y comerciales, según su evaluación del país, tras la aprobación de la Ley de Comunicación (por si las dudas, en la web están grabadas las imágenes y voz de estas aseveraciones). ¿Es la misma persona que habla sin freno cuando no tiene ni entrevistadores y contradictores para reflexionar y/o discutir, pero que cuando alguien llama a la radio donde él interviene para contrarrestar falsas informaciones levanta las manos, se altera, vocifera y, por último, se va dejando casi ‘catatónico’ a su entrevistador? Sí, la misma.

Lo de fondo: catalogar a la sociedad ecuatoriana de catatónica es un insulto que no se compadece ni con la realidad y mucho menos con la misma ciudadanía, en la cual, para su disgusto, se incluye a sus amigos, los Yasunidos o de Amazonía Vive, a los trabajadores que desfilaron el 1 de Mayo, los médicos que desfilaron por una supuesta violación a sus derechos o las manifestaciones de miles de jóvenes a favor de proyectos de educación de calidad.

¿Por qué ofende a la ciudadanía de ese modo? Posiblemente por una afectación política crónica: el mundo gira, como él mismo dice, por ese 15% de anunciantes y lectores de periódicos. Parecería que es muy importante ese grupo, que el resto de la sociedad es una suma de paralíticos mentales y catatónicos políticos que ven pasar a los ‘tiranos’ y a los ‘totalitarios’ y los aplauden sin ton ni son.

Lamentablemente, ‘diagnósticos’ de esta envergadura impiden entender los procesos sociales y sacar de ahí conclusiones más allá de los intereses particulares. Ecuador vive desde antes de Rafael Correa un proceso emergente e insurgente frente al modelo neoliberal, que el director ejecutivo de la Aedep parece desconocer. Ese proceso no dependerá directamente de Correa, sino de una sociedad compleja, de nuevas generaciones con otros argumentos y hasta consumos, para delinear su futuro.

Nadie les niega a los gremios de empresas periodísticas el derecho a disentir. Al contrario, lo expresan todos los días en sus respectivas páginas de opinión. Lo que sí es grosero e inadmisible es que sus ‘pensadores’ ostenten la mayor de las intolerancias con una sociedad que moviliza ideas, posturas, debates y hasta contradicciones, pero que jamás será catatónica y mucho menos paralítica.

Claro, muy difícil entender a quien hace muchos años militaba en la izquierda radical, con tesis de ‘avanzada’. Quizá se comprende desde el puesto que ostenta. Ojalá saliendo del cargo vuelva a los ideales de sus inicios. Y más allá de eso, ¿dónde y con qué se mide a las sociedades catatónicas y paralíticas? ¿Por la disminución del tiraje de los diarios de su gremio o por el peso específico de sus ingresos de publicidad?

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