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Ecuador, 28 de Septiembre de 2024
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El Telégrafo

Ciudad

28 de septiembre de 2013

Vistos desde el río, los cerros del Carmen y de Santa Ana parecen los pechos de una mujer; algo que no es de extrañar, si pensamos que es el origen de la ciudad de Guayaquil, recostada hacia el barrio de Las Peñas.

Entrando desde el Malecón, la calle Numa Pompilio Llona hace un viaje en el tiempo para llevarte hasta los cuatrocientos cuarenta y cuatro escalones por los que ascenderás desde el pasado al presente, y desde el presente al futuro: la vista de una urbe que crece por las marismas del Guayas. Esos edificios altos y funcionales que jalonan las riberas tienen su contraste en el propio barrio, construido con casas pequeñas y coquetas a pesar del tiempo.

Me recuerda la calle del Oro, en Praga, otro barrio de artistas, donde Franz Kafka escribiera al abrigo de una minúscula casa azul. Aquí tiene también su reducto la Asociación Cultural Las Peñas, presidida actualmente por Alfonso Uzhca Salto y coordinada por Yela Loffredo de Klein, una asociación de creadores que durante cuarenta y siete años ha velado por ese patrimonio inmemorial de la ciudad.

En sus paredes podemos admirar las obras de aprendices y maestros que, sin embargo, tienen algo en común: rescatar fragmentos de la vida cotidiana, de la imaginación y de la memoria donde se reconocerá el espectador. Se trata entonces de una ciudad inventada, pero no menos real por ello, erigida en un peñón que resiste los embates del llamado progreso. Porque en Las Peñas se encuentra la memoria de Guayaquil, que es una memoria plástica, de acuarela y óleo.

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