El pasado febrero se realizó en Brasil la reunión de la Red Global de Academias de Ciencia, con la participación de 105 países representados por sus Academias. El Ecuador no participa porque no tiene una Academia de Ciencias, asunto grave porque el papel de las academias y los académicos es clave en el desarrollo científico de los países, como lo ratifica la “Carta de Río”.
Las Academias de Ciencia agrupan a científicos de todas las áreas del conocimiento y generalmente representan a lo mejor de la ciencia nacional. El proceso de calificación y selección de los científicos que las integran suele ser riguroso; evalúa su producción científica, actualidad y actividad productiva, artículos científicos publicados, libros, innovaciones, patentes, entre otras cuestiones que definen a un académico.
Pero lo más importante de las Academias de Ciencia es que son el organismo de consulta sobre problemas científicos de carácter nacional o internacional, para los gobiernos, agrupaciones sociales, ciudadanos, que acuden o deberían acudir a solicitar criterios científicos. Las Academias también se pronuncian sobre las cuestiones de la vida cotidiana que podrían determinar riesgos o beneficios para las personas; opinan sobre enfermedades, cataclismos y fenómenos naturales, temas ecológicos, y todo cuanto necesite ser aclarado a las poblaciones con base y argumentos de la ciencia, como contemplan los estatutos de la Red de Academias y garantiza la citada “Carta de Río”.
En la reunión de las Academias el tema central fue el papel de la ciencia en la solución de la pobreza. Las discusiones se extendieron hacia el uso sustentable de la naturaleza como un camino idóneo y ético para solucionar los problemas de la pobreza y los que esta genera. El artículo primero de la “Carta de Río” establece que la reducción de la pobreza y el desarrollo sostenible exigen, utilizando las herramientas de la ciencia, enfrentar los grandes desafíos en materia de salud, seguridad alimenticia, disponibilidad de agua, energías alternativas, protección y utilización racional de la biodiversidad, cambio climático, acceso a la educación y la cultura, gestión de desastres, y el mismo acceso al conocimiento científico.
La ciencia en general, los científicos y las Academias deben estar junto a la población para apoyar su desarrollo, poniendo la ciencia al servicio común. Corresponde al estado crear de manera urgente y garantizar el funcionamiento de una Academia de Ciencia que participe activamente en la solución de los grandes problemas nacionales.